jueves, 4 de abril de 2013

"Preferiría no hacerlo" basado en "El escribiente" de Herman Melville. Sebastian Elichiry


En la casa de empeño en Connie Island había muchos modelos. Algunos eran realmente antiguos y caros, me decidí por una pequeña y elegante de finales del siglo 19.

Tome el tren, había ido de mañana, estaba nublado para pasear por la playa así que me apure y volví al centro. Me baje unas estaciones antes de Wall Street. La ciudad en domingo por aquí esta muerta, poca gente en las calles, mejor.

Llevo ropa vieja, que ya no usaba, mi aspecto impresiono un poco al señor de la casa de empeño, no es que este andrajoso, pero si desarreglado, eso de llamar la atención no es lo mejor. Miro mi reloj, supongo que Bartleby ya estará despierto.

Como un sándwich en la calle en un puesto, tomo una cerveza en un bar a pocas cuadras. Finalmente tomo el café cerca de la oficina en un bar que nunca estuve, no me conocen y de eso se trata. Mi plan hasta ahora fue mas intuitivo que fríamente calculado.

Esta mañana desperté con la intensa sensación de que debía acabar con esto de una vez por todas, por eso madrugué, dormí bien, no tuve insomnio ni pesadillas, mi idea es generar una reacción, nada mas. Espero poder hablar con el. “Preferiría no hacerlo”  resuena en mi cabeza, ahora soy yo el que lo cree y lo piensa, realmente prefiero no estar aquí, preferiría estar en mi casa, con mi mujer, almorzando.

Pero aquí estoy, sentado en un bar, con pocos parroquianos que beben café o cerveza, el lugar es oscuro, sucio, jamás entraría aquí por gusto, todo el mundo habla por lo bajo y solo se escucha los sonidos que hace el cantinero fajinando unos vasos y sirviendo alguna bebida, el resto es susurros.

Afuera esta gris, estoy estirándolo, lo se. Una gota de sudor que no percibí cayo en la mesa, tengo la frente mojada, el inconciente se pone tenso por mi y el cuerpo me delata de alguna forma, saco un pañuelo demasiado blanco para este lugar y me seco el sudor. Miro mi reloj, sigue siendo temprano, pero eso da igual, pago y salgo del lugar.

Doy una vuelta por las calles circundantes a la oficina, no hay un alma. Entro al edificio y subo, no hay nadie, ni el encargado del hall, estará almorzando supongo. Subo hasta el piso que corresponde, a donde estaban mis oficinas. El edificio es como un pueblo fantasma, no hay un alma ni se escucha un ruido, la anti vida rige este lugar los fines de semana.

Saco el paquete de la casa de empeño, lo rompo por un lado y meto la mano, consigo empuñar el arma, con cierta dificultad consigo meter las balas en el tambor, no quiero romper el paquete del todo, no se porque, creo que es mejor así.

 Ahora camino hasta la que era mi puerta. Apoyo el oído en la puerta, no se escucha nada. Ahora si estoy nervioso, me tiembla el pulso, empuño el paquete y me tiembla todo, menudo intimidador resulto ser, sin pulso, empapado de sudor, con una puerta que me separa de un molino de viento,  Un Don Quijote mas decadente que el mismo Don Quijote.

Coloco la llave sin hacer ruido, la giro rápidamente y abro la puerta. Bartleby esta en camiseta, con su pantalón de siempre, detrás cuelga la camisa, sobre el que era el escritorio de Tenazas hay unos objetos, una carta abierta, un anillo, unos gemelos, un peine que parece de marfil, mi vista esta afectada por la adrenalina, rápidamente leo todo el espacio, Bartleby esta petrificado, se quedo avanzando hacia un costado, medio ladeado, me mira a los ojos y miras los objetos, yo también miro la mesa y vuelvo a el, levanto la mano temblando, el paquete ya esta deformado y evidencia que dentro hay un arma.

Bartleby se mueve rodeando el escritorio y lo sigo con la mirada y la punta del paquete, se pone delante del escritorio tapando los objetos. Disparo, el sonido sale ahogado, erró y Bartleby reacciona, se tapa la cara con las manos, mi disparo impacto lejos de el.

Se agacha y levanta las manos.

“Mírame!” le digo, “Mírame!”.

Bartleby levanta la vista...”señor”.

 “Dígame que no lo haga!”, “Dígamelo!”.

“Señor…por favor”.

 “Dígalo maldición!”.

 “Preferiría…”.

 “No! Yo preferiría no hacerlo!” Le grito.

 Descargué el resto de las balas en el pecho del maldito con el pulso firme. Bartleby cayo sobre el escritorio donde estaban los objeto para luego rodar hacia un costado y terminar en el piso. Tengo los oídos tapados, los disparos me dejaron sordo.

 Doy unos pasos hasta el cuerpo de ese extraño que consiguió hacerme llegar hasta aquí. Esta rodeado de esas pertenencias que nunca mostró y que tal vez cuenten su historia, ya es tarde para que me interese o me cuenten algo, lo miro por ultima vez y salgo del lugar con ganas de vomitar.

Nunca se supo que paso en el lugar, las noticias del diario me informaban que la policía no había encontrado ni un solo rastro de quien podría haber sido el asesino.

En mi quedo un malestar digestivo que me acompañaría hasta mi muerte.