viernes, 19 de abril de 2013

"Corta historia de un divorcio" de Aleara Amati.

Ya es inútil. Sé perfectamente que no tiene ningún sentido continuar con la tarea. El matrimonio está terminado. Apostado en el sillón de un bar, sentado junto a la ventana, espero a que llegue. Estoy nervioso, pero seguro. Decidido a hablar.
Ordeno un café, bien caliente por favor le recalco al mozo, porque no me gusta cuando las cosas que deben permanecer calientes se enfrían.
Está demorada. Es raro en ella, siempre tuvo un sentido muy estricto de la puntualidad.
Será que quizás se imagina lo que quiero decirle, que presiente la razón de este encuentro. Si es honesta consigo misma, y yo sé bien que lo es, probablemente no se sorprenda. Pienso ser claro, no dilatar la conversación con sandeces, ir directo a la cuestión para que no quede lugar a la duda.
Le voy a decir a ella
- Te dije de encontrarnos aquí porque tengo algo que decirte.
Voy a hacer una pausa para que ella asienta verbal y físicamente, y luego voy a continuar sin tapujos
- Me quiero divorciar.
Ella probablemente no va a decir nada, se va a quedar mirándome fijo a los ojos, y yo voy a seguir hablando para fundamentar mi resolución.
- No podés negar que hace mucho tiempo que tenemos problemas, y creo que ahora es el momento. Quiero decir, nuestros hijos ya son grandes, Carlos se está por casar, y si estuvimos juntos estos últimos años fue por ellos.
Sus manos entrelazadas sobre la mesa van a separarse. Ella va a tocarse la alianza, significado de que está triste e incómoda; voy a tratar de acariciarla pero me rechazará quitando la mano del lugar.
- Perdón, pero necesito esto. Ya no dormimos juntos, y cuando lo hacemos estamos uno tan lejos del otro. Es muy difícil. Tú sabes que intentamos, e intentamos, pero ya no puedo intentar más.
Una lágrima rueda por su mejilla. Ahora mira en dirección a la ventana. Ella nunca me deja verla llorar. Ambos vamos a quedarnos en silencio.

Mozo: ¿Más café?
Él: ¿Qué?
Mozo: ¿Si desea más café?
Él: Sí, por favor. El mozo sirve el café. Él: Así está bien, gracias.
Mozo: ¿Le gustaría ver el menú?
Él: No gracias, espero a alguien. El mozo asiente, y se retira.

En silencio la observo. Voy a notar el pequeño gesto que hace con la boca cuando llora, cómo sus labios se humedecen con cada lágrima, esos labios que llenaron mi boca de besos, de caricias, de palabras infinitas. ¿Habré hecho bien?

- Hola, ¿cómo estás? Perdón que se me hizo tarde.
Él sonríe feliz, completamente feliz.
- ¡Hola! No pasa nada, estoy tan contento de verte.
- Pero si nos vimos esta mañana.
- Es que me pasaron tantas cosas…
Ella lo besa y se sienta frente a él. Él la observa sin entender, cómo, aunque sea por un momento, pudo siquiera concebir un futuro sin ella.