En la extraña frase de Píndaro, “La vida es
sólo el sueño de una sombra”, se expresa de modo magnífico todo
lo que la vida promete y no se cumple. La vida resulta así una
permanente frustración y no depende esto de su fugacidad, pues el
tiempo es fugaz en cuanto ningún tiempo alcanza para que el hombre
se realice. Lo maravilloso nos impulsa a que la vida sea un sueño
que se concrete.
El margen para lo maravilloso que da el mundo
convencional es el amor y éste constituye el centro de acción de lo
maravilloso en la vida: he aquí que surge de la gran sombra infinita
y avanza la mujer. En sus ojos brilla el misterio condensado; a su
paso todo vibra y el espacio sufre congoja insoportable de la
expectación; de pronto, todo lo que vibra se suspenden un instante
intemporal y el día se vacía de luz para darle paso. Ahora está al
alcance de mi mano y miles de puertas se abren sigilosamente; la
expectación deja de ser la dulzura imperiosa y se oye el rumor del
gran torrente que avanza sin interrupción para terminar en el
supremo derrumbamiento: el derrumbamiento diáfano.
Así se produce la transformación de la amada por
obra del trascender maravilloso del amante. Esta es una trascendencia
cuya mas alta expresión se encuentra en los místicos y nadie y
nadie la revelo con tanta perfección como Juan de la Cruz, ese gran
místico del amor, en su “Noche oscura”:
¡Oh noche, que juntaste
amado con amada
Amada en el amado transformada!
En donde la combinación de la noche -que obtiene
el aniquilamiento del mundo exterior- y la enajenación de los
sentidos (fenómeno que comparten el místico y el amante) logran la
fusión del ser trascendido y del objeto amado que cumple la síntesis
de lo maravilloso. Este mismo trascender del sujeto en lo real es la
razón también del artista.
El vivir maravilloso exige la negación de lo
cotidiano convencional, la rebelión ante la sordidez de la vida
corriente; lanza al hombre en todas sus aventuras, lo impulsa a lo
desconocido, a la búsqueda del riesgo y del peligro. Se revela en el
revolucionario político, en el heterodoxo religioso, en el
disconforme de toda índole. En la literatura, el aspecto negador
encuentra sus dos grandes representantes en Lautréamont y Kafka y
más recientemente en Henry Miller y Antonin Artaud. A ellos se suman
todas las voces negadoras que revelan agresividad combativa, su
ataque directo a la realidad convencional.
El vivir maravilloso exige una sola condición: la
libertad de trascender, el respeto por la aspiración hacia sus
moldes infinitos, la compresión de que su esencia es constante
renovación. La fuga de la realidad no es sino fuga de los esquemas
muertos. La fuga de la vida es tan sólo fuga de la vida horrenda,
sórdida, hacia la existencia plena, hacia la realización del
destino humano.”