lunes, 11 de agosto de 2014

"La mirada del Jaguar", Eduardo Viveiros de Castro.

"Por más exitoso que haya sido o esté siendo el proceso de desindianización llevado a cabo por la catequización, por la misionerización, por la modernización, por la ciudadanización, no se puede borrar la historia y suprimir toda la memoria, porque los colectivos humanos existen crucial y eminentemente en el momento de su reproducción, en el pasaje intergeneracional de aquel modo relacional que "es" el colectivo, y salvo que esas comunidades sean físicamente exterminadas, expatriadas, deportadas, es muy difícil destruirlas totalmente. Y aún cuando lo fuesen, cuando fuesen reducidas a sus componentes individuales, extraídos de las relaciones que los constituían, como ocurrió con los esclavos africanos, esos componentes reinventan una cultura y un modo de vida -un mundo relacional que, por más determinado que haya sido por las condiciones adversas en las que surgió, jamas dejo de ser una expresión de vida humana exactamente como cualquier otra. No hay culturas inauténticas, pues no hay culturas auténticas. No hay de hecho, indios auténticos, indios, blancos, afro-descendientes, o quien quiera que sea -pues auténtico no es algo que sean los humanos. O tal vez sea una cosa que sólo los blancos pueden ser (peor para ellos). La autenticidad es una auténtica invención de la metafísica occidental, o incluso más que eso: ella es su fundamento, entiéndase, es el concepto mismo de fundamento, concepto archimetafisico. Solo el fundamento es completamente auténtico; sólo lo auténtico puede ser completamente fundamento. Pues lo auténtico es el avatar del ser, una de las máscaras utilizadas por el ser en el ejercicio de sus funciones monarquícas dentro de la onto-teo-antropología de los blancos.

¿Qué diablos tendrían los indios que ver con eso? "