Precisamente
ahora
que
se acaba el verano, que amenaza
con
lluvias el cielo, que se mancha la ciudad
de
gris, de ocre, del color invisible del viento
que
levanta polvo, que arremolina basura en la esquina
que
se pasea por las calles como un dios absoluto
al
otro lado de esta ventana, al otro lado
de mis ojos,
justo ahí, afuera
donde
los árboles evidencian la llegada del otoño en el paisaje
y
la luz abandona poco a poco el cielo
como
yo me abandono sobre el respaldo de la silla
precisamente
ahora que sin querer
me
parece dulce esta contemplación inútil de la vida
de
las palomas que huyen de las ramas que tiemblan
del
tráfico, de la gente que camina por la avenida
sin
detenerse, casi atropellándose unos a otros
de
todo lo que sigue sin más su curso al otro lado de este café
mientras
en el fondo de mi imaginación
suena
una melodía alegre que me recuerda
que
otras veces he estado aquí
que
todo lo que sucede precisamente ahora
ya
ha sucedido, pero también es necesario
que
todo vuelva a suceder
que de eso,
supongo, se trata un poco la vida
de que todo
vuelva a empezar y de pronto
comience
a llover la misma lluvia que nunca ha llovido.