domingo, 31 de marzo de 2013

Inspirado en "La Intrusa" de J.L.Borges. Sebastian Elichiry


De Santiago Dabove, inspirado por su relato, también quise saber de aquel mítico enfrentamiento con la policía, que a mí entender, debería haber sido uno de eso pilares fundamentales en la forja de tremendo afecto entre hermanos. Dabove desconocía los detalles del percance y movido por la intriga que el relato de estos dos había suscitado en mí, le pregunte quien podría saber algo. Me hablo de la patrona del prostíbulo de Morón, que según sabia ya había muerto, pero que su hija regenteaba el lugar y en una de esas sabia algo. Me fui a Morón con la esperanza de encontrar ese relato.

En Morón no fue difícil encontrar el Burdel. Un viejo caserón desvencijado, con tabiques por todos lados. Daba la sensación de que se vendría abajo en cualquier momento. Dentro el ambiente era denso en humo y escaso en concurrencia. Dos mujeres bailaban torpemente un tango que sonaba muy de fondo en un viejo winco. Encare a la Madama que enseguida se excuso de la falta de señoritas, muchas se le habían escapado para capital según me dijo y las otras estaban arriba, me pidió que me quedase y me ofreció algo de beber. Contra una pared, un hombre viejo y ciego seguía el compás del tango golpeando los dedos contra su bastón.

Como mi interés era aquel relato,  encare a la señora esquivando el acoso de las dos pobres bailarinas y le pregunte si sabia algo de dos hermanos que en su tiempo supieron ser clientes del lugar.

-          Los Nilsen? Dos colorados malos?, me acuerdo, pero hace tiempo que no vienen, me acuerdo que una vez le vendieron una chica a mi madre y que luego se la llevaron devuelta, de ahí en mas no supe  nada de ellos, yo era chica  cuando esto paso…Pregúntele a Don Álvaro, el quizás sepa  algo…
-          Don Álvaro? Preguntè.

La madama con un ademán de cabeza me señala al ciego.

Me acerque cauteloso, como no podía ser de otra manera, el ciego percibió mi presencia de inmediato y  giró para encararme como si detrás de esos anteojos negros hubiese ojos vivos.

-          Que quiere?
-          Disculpe, sabe usted algo de los hermanos Nilsen?
-          Algo como que?
-          Bueno, murió hace poco uno de ellos, el mayor…
-          Lo mataron?
-          No, de muerte natural.
-          Afortunado el irlandés hasta el último suspiro.
-          Perdón?
-          Eran malos esos dos, se llevaron a la única flor que tuvo este lugar, pobre Juliana…
-          Sabe lo de juliana?
-          Claro que lo se, soy ciego no sordo!
-          Discúlpeme.
-          Que quiere saber?, lo huelo informado.
-          Bueno en el relato de sus vidas hay un hecho que me quedo trunco y quería saber si alguien podía saber algo…
-          Mas de lo que sabe? Para que?, son dos criminales y punto.
-          Quería saber de cierto enfrentamiento con la policía en el que salieron, no sé si ilesos, pero salieron…
-          Lo de la policía es una tontería que agrando el tiempo y  los chismes, pero sí se enfrentaron a la policía, pero en una situación de lo mas confusa, si salieron, fue porque ni el cuerpo de la policía supo que paso esa noche.
-          Y usted lo sabe?
-          Mi querido amigo, esa noche yo veía aùn y como veía!
-          Estuvo ahí?
-          El destino, el tata dios o el diablo siempre quisieron que tenga a esos dos cerca y eso que no trabamos amistad de ningún tipo, solo compartíamos un vicio…
-          Cual?
-          Las cartas.
-          Sabía que eran jugadores.
-          Buenos como yo, y mejores, lo cual me da más ira. Si estaban bebidos, los malditos se afinaban, era envidiable.
-          Entonces puede contarme que paso?
-          Puedo…pero no va a ser gratis.

El ciego me señala con una sorprendente precisión  a las dos mujeres que bailaban. Entendí de inmediato.

-          Elíjala usted, hoy es el vicio que me queda.
-          Me cuenta y luego pasa, le parece?
-          No mi amigo, usted se queda acá, se toma una grapa y me espera, lo mió es rápido, no se preocupe.

Hablò con la dama que considerè mas agraciada, se rieron de mí y me mandaron a hablar con la madama.  La cifra fue menor de lo que me imaginaba, parece que Don Álvaro no es un cliente muy exigente y aunque  no despierte el afecto de esas chicas siempre se comporta como un caballero.
La dama en cuestión tomò de la mano a Don Álvaro y se lo llevo a un cuarto del fondo, yo me quede solo, la otra chica no demostró el más mínimo interés por mí, la madama me trajo una botella de grapa con un vaso. Empecé a cuestionarme si el relato merecía tanto esfuerzo por mi parte. Ya había empezado a escribir el relato de esos dos y no sabia a ciencia cierta si este enigma agregaría algo de interés a mi cuento, lo cierto es que en la época de los hechos, enfrentarse a la policía no era cualquier cosa, por norma los rebeldes acababan  siempre muertos, por eso quise saber màs.

Don Álvaro volvió pronto, tiempo suficiente para que la poca grapa que había tomado hiciese efecto. Se sentó a mi lado como si nada hubiese pasado.

-          En que estábamos?
-          En el encuentro de los Nilsen con la policía…
-          Ah! Si si, ya lo recuerdo. Por cierto, gracias por la atención ha sido usted muy amable, las damas me tratan muy bien aquí.
-          Pues ya me dirá.
-          Si ya le diré...

“Los Nilsen habían ido a Lobos a entregar unos cueros, era día de elecciones, ya habíamos ido todos a votar a una escuelita cerca de la despensa donde ocurrieron los hechos. Unos cuantos guapos amigos del intendente se habían parado frente al lugar y preguntaban a todos los que entraban si ya habían votado, el que no lo había hecho era amablemente acompañado por estos hombres  a hacerlo. Se ve que en una ausencia de estos tipos llegaron los Nilsen. Yo estaba hace rato jugando al tute por porotos con un parroquiano dueño de unas pocas hectáreas cerca de ahí. En seguida los hermanos, con plata caliente en el bolsillo empezaron a beber y seguido preguntaron si se podía jugar en la mesa, al truco claro y por plata. Yo tenía algo en el bolsillo y los vi., algo mareados, la verdad le digo, me envalentone, pensé que les podría sacar unos pesos y accedí a que se sentaran. Mi amigo enseguida se incomodò con los pelirrojos y dijo que se iba. Los hermanos lo increparon y lo trataron de cobarde. El pobre hombre saliò pitando. Sin un compañero para seguir la partida, los Hermanos me empezaron a invitar ginebra y darme charla. Yo lo tomè como un acto de generosidad, mi estado ya no era el mejor y me sentía relajado. En eso entraron estos hombres con un policía joven. Como la concurrencia del lugar había aumentado, empezaron a preguntar nuevamente si todo el mundo había votado. Obviamente llegaron hasta nuestra mesa, yo ya lo había hecho así que me ignoraron, a los que encararon de mala forma, todo hay que decirlo, fue a los irlandeses. En seguida dijeron que ellos no eran de ahí y que ya habían votado en su localidad. Entonces uno de los hombres del intendente les dijo que porque no votaban ahí también, el intendente era un hombre bueno y agradecería su voto seguramente invitando a todos mas tarde a un convite.
 Mala idea; los hermanos insistieron en no moverse de la mesa y aumentaron la apuesta, enseguida desafiaron a los tipos a jugar a las cartas, si perdían, votaban y si no que no jorobaran màs. Los compadritos le hicieron una seña al policía y se sentaron en la mesa, jugarían una mano y eso definiría la cuestión. Yo me quede a un lado sentado, con Eduardo a mi izquierda.
 La mano fue rápida y fulminante, los hermanos tenían su propia forma de hacerse señas. El resultado no conformò a los guapos y menos al policía que era joven y no sabìa con quien se estaba metiendo. Sacò el arma y apunto a Eduardo acusándolo de hacer trampa, Cristian empujò al matón de su lado tirándolo contra mí y obstruyendo la dirección del arma que para mi mala fortuna  vino a parar a mi cara, el uniformado disparò y el fogueo quemò mis ojos.
Lo que sigue, lo sè, por el relato de los ahí presentes, Yo caí con la mirada encendida gritando de dolor, escuche golpes, gritos y silbar de cuchillos. Los Nilsen según me dijeron se engancharon espalda con espalda, a los matones los despacharon girando como si de una danza de muerte se tratara, al policía lo cortaron para desarmarlo, hubo una detonación màs, pero según parece fue cuando cayo el arma al piso.
En pocos minutos, en pocos gritos, mucha muerte.
 Lo ùltimo que recuerdo, fue el golpe de la puerta de la pulpería y un fuerte viento que entrò en ese momento…  ah si!
Cayò un rayo dando rienda suelta a un aguacero.”

sábado, 30 de marzo de 2013

Rainer Maria Rilke "Elegias de Duino" 1912-1922


Quien me oiria, si gritase yo, desde la esfera de los angeles?
Y aunque uno de ellos me estrechase de pronto contra su corazon, su existencia mas fuerte me haria perecer. Pues lo hermoso no es otra cosa que el comienzo de lo terrible en un grado que todavia podemos soportar y si lo admiramos tanto es solo porque, indiferente, rehusa aniquilarnos.
Todo angel es terrible.

viernes, 29 de marzo de 2013

LA INQUISICIÓN FARMACRÁTICA de Jonathan Ott


"La defunción simbólica de la Edad de los enteógenos en la Antigüedad se produjo afinales del siglo IV de nuestra era, cuando, al arrasar el santuario de Eleusis, los godos
pusieron punto final a una religión cuyos misterios, que tenían dos mil años de antigüedad, estaban organizados en torno a un rito anual en el que los iniciados o
mýstai ingerían el kykeón, una poción enteogénica que les transformaba en epóptai, aquellos que habían visto tá hierá, «lo sagrado».

Corno comenta el arqueólogo G.E.Mylonas sobre Eleusis:
Después de que las hordas de Alarico derribaran en el 395 d.c. las murallas del Santuario, estas quedaron reducidas a ruinas para siempre. El Emperador era hora un
cristiano que había decretado medidas severas contra los cultos mistéricos [...] Unanueva religión controlaba las mentes y actos de los hombres. Los viejos ritos paganos
debían acabarse y sus templos debían ser sepultados en sus propios escombros. Asíse dijo, y así se hizo.

Este episodio concreto de la historia humana es un símbolo extraordinario de lamuerte de la religión antigua y del nacimiento de la Inquisición Farmacrática. Pese a
que el culto con enteógenos pervivió en la Antigüedad durante tal vez otro milenio, el fin de los misterios eleusinos había sido su golpe de gracia. La animosidad cristiana
hacia los mismos es fácil de explicar puesto que los cristianos promulgaban una religión en la que su misterio esencial, el propio sacramento, brillaba por su ausencia -
más tarde transformado mágicamente por los brillos y galas de la doctrina de la Transubstanciación en un engañoso símbolo, una sustancia intrínseca, un enteógeno
placebo (3)-, para cualquiera que hubiera conocido el milagro del éxtasis, que hubiera tenido acceso a experiencias religiosas personales, la impostura iba a resultar
demasiado evidente. Por consiguiente, se hacía necesario un ataque premeditado al uso de sustancias de ebriedad, convirtiendo en suprema herejía la presunción de tener
una experiencia directa de lo divino que no fuese mediada por la cada vez más corrupta y politizada casta sacerdotal. La Inquisición farmacrática era la respuesta de
la Iglesia Católica al hecho comprometedor de haber expulsado toda la religión de la religión y haber dejado en su lugar una cáscara vacía y huera sin valor intrínseco ni
atractivo para los seres humanos, que sólo podía mantenerse por la intimidación, el tráfico de culpa y el empleo de la fuerza bruta.

Al tiempo que el mundo estaba a punto de sufrir una increíble profusión de pogroms e inquisiciones organizadas y espontáneas a lo largo de los mil años siguientes,
justamente llamados Edad del Oscurantismo, -dirigidas en algunos casos contra los vestigios de la filosofía pagana precristiana, y, en otros, contra credos rivales como el
judaísmo, el maniqueísmo, el Islam, o contra los primeros indicios de racionalismo y ciencia-, siguió ejerciéndose una permanente y redoblada presión sobre los
seguidores de las religiones extáticas y sobre los practicantes de los cultos tradicionales. De este modo, adivinadores, sanadores y parteras, exponentes de las
artes chamánicas, fueron enviados a la hoguera junto con judíos, maniqueos, musulmanes, alquimistas, disidentes políticos y epilépticos (u otros cuya conducta
inspirase miedo), criminales, brujas, rivales en los negocios y cualesquiera cuya desgracia pudiera servir de chivo expiatorio para los problemas del momento. El jardín
embrujado fue sepultado por una fuerza maligna que concebía a los seres humanos como carneros y utilizaba sus cuerpos para alimentar las hogueras de los rituales
purificadores (4). En los albores del siglo XVI Europa había sido sometida, el éxtasis chamánico virtualmente extirpado de la memoria de los supervivientes, y la
farmacopea chamánica casi olvidada del todo.

Sin embargo, la Edad de los enteógenos estaba aún viva en la Modernidad y los navegantes europeos tuvieron que enfrentarse de repente con su propia herencia
pagana, con pueblos que tenían una experiencia directa de lo sagrado a través de la mediación, no de sacerdotes ignorantes, sino de un asombroso repertorio de plantas
enteógenas, «maestras naturales», que fumaban, esnifaban, ingerían y tomaban hasta en lavativas (5). En todo ello los eclesiásticos velan con desagrado una preocupante
parodia diabólica de su estimada «Santa Comunión», pero no cayeron en la cuenta de que era más bien su propio placebo sacramental lo que era una parodia claramente
profana de la comunión que desde tiempos inmemoriales los hombres habían mantenido con las sagradas «maestras naturales»(6). Podríamos datar el principio de
la Inquisición farmacrática en la Edad Moderna en 1521, cuando Hernán Cortés, al mando de una patulea de forajidos conquistadores, establece su dominio sobre los
aztecas, consumados virtuosos de las artes y las ciencias enteogénicas. Sin embargo, como consecuencia de este cataclismo histórico, al igual que sucede en el concepto
chino de yin-yang la semilla de la Reforma enteogénica quedó en barbecho espiritual.

El 19 de junio de 1620, en la ciudad de México, la Inquisición decretó formalmente que el uso de plantas de ebriedad era herético, declarando de un modo no poco preciso
que:
El uso de la planta o raíz llamada «peyote» [...] es una actividad supersticiosa y reprobable por atentar contra la pureza y sinceridad de nuestra fe católica. Por
consiguiente, declaramos que nadie podrá usar dicha planta llamada peyote, ni ninguna otra de iguales o parecidos efectos [...] advirtiéndosele, que en caso de obrar
en contrario, además de incurrir en los delitos v faltas mencionados, podrá ser perseguido y procesado por rebelión o desobediencia o por poner en entredicho la
santidad de la fe católica.
Testimonia la sinceridad e integridad de los indios mesoamericanos el hecho de que continuarán su comunión con las alimentos sagrados tradicionales, desafiando así el
decreto anterior y arriesgándose a ser objeto de torturas y de espantosas ejecuciones.
Durante los siguientes 265 años se incoaron por parte de la inquisición 90 autos de fe por uso del péyotl numerosos autos de fe por uso del teonancatl, el hongo sagrado, y
el ololiuhqui, las semillas enteogénicas de la trepadora que, aún más que el péyotl o el teonanácatl, se atrajeron la hostilidad de inquisidores como Hernando Ruiz de Alarcón
o Jacinto de la Serna. La Inquisición acabaría perdiendo fuerza y fracasando en su propósito de acabar con el uso de las plantas sacramentales en México, pero
consiguió que fuese relegado a las catacumbas. Sin embargo, los misioneros protestantes continuaron la Inquisición farmacrática con inquebrantable celo. Al igual
que sus predecesores católicos, ignoraban alegremente la ironía que se ocultaba trasel rito oficial, pues, tal como ha subrayado un misionero, «la participación en el rito del
hongo divino suponía problemas potenciales respecto al concepto cristiano de la Última Cena». Y eso es decir poco…"


miércoles, 27 de marzo de 2013

Rubí y Amadis. Basado en el cuento de Gabo "La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada". Sebastian Elichiry



Nació en una diminuta isla en las Antillas, en el seno de una familia de pescadores frente a Venezuela. Llamo la atención la  belleza de esa bebe por su temprano pelo rojo rubí y sus ojos trasparentes. El padre, dice la leyenda era un holandés de rizos rojos como los de la niña que había caído cautivo a los hechizos de amor de una nativa muy joven, que por las noches danzaba conjurando a los dioses de las aguas, para que le trajeran un amor y un sustento a su vida salvaje en las playas.

Las deidades respondieron y trajeron a su playa un barco con el ya mencionado holandés. La belleza natural lo cautivo y los ojos felinos de la hechicera lo enredaron. De esa unión como ya se dijo nació la niña de los luminosos  cabellos rojos. De la niña no se recuerda el nombre, por lo que la llamaremos Rubí.

Una noche sin luna, unos piratas abordaron la diminuta isla y la saquearon, mataron a los padres y se llevaron a la pequeña de solo 7 años que con espanto presencio lo ocurrido.

Rubí fue vendida a un prostíbulo en otra isla de las Antillas holandesas. A la edad de 10 años ejerció la  prostituciòn en un lujoso burdel de Aruba.
Era la joya del lugar, y estaba destinada a un solo cliente, dice el mito que era  contrabandista de ron y tabaco, y pagaba con gemas a la madame, los servicios de la niña a cambio de la exclusividad.

Pasaron los años, y ese mítico contrabandista fue muerto en alta mar, por una banda contraria. Entonces Rubí, ya con 17 años, paso a formar parte del staff regular del prostíbulo. Un día otro contrabandista llegó al lugar con el conocimiento de que allí había una  bellísima  niña  de encantadores cabellos rojos. Su intención  fue comprarla  pero la  madame se negó. Y le ofreció un contrato de palabra de exclusividad a cambio de una cifra alta en oro pagada en mano. El contrabandista que venia del pacifico oriental trayendo licores y especias extrañas aceptó. El hombre poderoso y peligroso,  lucia  una herida que le  cruzaba el ojo izquierdo y en su cuenca, un globo de cristal observaba la nada.

Los encuentros se sucedían cada 3 meses, Rubí, disfrutaba así de cierta calma, las otras mujeres del lugar la odiaban y la maldecían siempre que podían, padeció escarnios en las noches y maldiciones, que la madame, rápidamente deshacía ya que  ella era su principal fuente de riqueza.

Un día, llegó un gallardo y joven contrabandista que estaba ganando influencia en la zona, adquiriendo con fuego y cuchillo rutas de otros. Su nombre era Amadis y se enamoró perdidamente de la niña que ya contaba con 19 años.
Se dice que la belleza de la joven  en ese momento era exuberante,  de piel blanca como el marfil y cabellos rojos profundos. Los ojos de Amadis quedaron prendidos en sueños y pesadillas que solo acabarían poseyéndola. Pero la madame se la negó, aduciendo sus  razones y como Amadis no podía pagar las cifras de su competidor, se quedó sin la joven.

Entonces, en un delirio de amor, comenzó a encontrarse con Rubí secretamente.

Ella se escapaba por las noches y lo visitaba por pocas horas, el tiempo de la madrugada en que todos, embotados por el ron dormían. Esos encuentros encendieron la llama de la obsesión en Amadis que rápidamente pergeño un plan para quedarse con la joven.

Faltaba poco para la llegada del otro contrabandista y el lugar se arreglaba y se limpiaba para recibirlo. Rubí, era  perfumada y vestida para el encuentro.

Amadis espero la oportunidad con sus hombres, sabía que su competidor era un hombre peligroso.

Esa noche, el prostíbulo se vestía de fiesta, el hombre del ojo de vidrio y su grupo de contrabandistas tomaban el lugar, se prohibía la entrada a otros clientes, todo quedaba a su servicio  La noche fue pasando, el ron, y  la música paseaban con desfachatez por la blanca casa colonial que guardaba los placeres mas exquisitos del caribe.

Cuando el jolgorio tenia confusos a hombres y mujeres, irrumpieron Amadis y sus fieles, los seguidores del tuerto, tomados por sorpresa cayeron  bajo el fuego de las armas. Amadis buscó a Rubí en sus aposentos.

El tuerto bravo, abandonó el amor de la joven y desnudo se apostó en la puerta para esperar su destino, la sombra de Amadis subió por las escaleras, el ron que había echo mella en los sentidos del tuerto lo traicionó, disparando a la nada. Detrás de una cortina de tul que flotaba apareció Amadis, cual fantasma, el brillo de su cuchillo se vio una sola vez para luego ser carmesí, y el cuerpo del tuerto cayó con los últimos estertores de la muerte. El duro contrabandista, se mantuvo abrazado a las piernas de Amadis un buen rato hasta besar el suelo con la boca llena de sangre.

Los ojos de Rubí, brillaron con la daga de Amadis como fuego.
Dice la leyenda que con el moribundo contrabandista  en el suelo, los amantes se unieron bañados en sangre.

Luego huyeron y por largo tiempo no se supo nada de los dos.

Sabía Amadis que su acción no quedaría en el olvido y que otros contrabandistas, fieles al tuerto lo buscarían para cobrar venganza. Entonces abandono el contrabando marítimo,  desembarco su riqueza en Puerto Bolívar y se adentro en el desierto de la Guajira, al norte de Colombia.

Transformo su flota de barcazas en carros y camiones, redescubrió y creo rutas en la selva, se fortaleció.

Sin embargo en sueños el ojo de vidrio lo miraba, cobraba vida y el sonido del mar lo llamaba. Desesperado y paranoico por perder a su amada se adentro en el desierto con todos los objetos maravillosos que había adquirido en su época de marinero. En una caravana que se perdía en el horizonte avanzo por el desierto. Mulas, caballos y carros transportaban la carga de cristalería, arañas, telas, alfombras, cuadros y hasta animales exóticos en jaulas, todo en mágica y silenciosa procesión, arreado por indios.
Delante en un carro propio de un Sultán, y escondida de las miradas salvajes de los indios, viajaba Rubí, escoltada por Amadis y 3 hombres de su mayor confianza, a caballo y armados.

Una tarde de cielo violáceo, el último extraño del desierto vio perderse para siempre a la caravana de Amadis y su amada.

martes, 26 de marzo de 2013

"Abraza la oscuridad" Charles Bukowski.


La confusión es el dios
 la locura es el dios

la paz permanente de la vida
es la paz permanente de la muerte.

La agonía puede matar
o puede sustentar la vida
pero la paz es siempre horrible
la paz es la peor cosa
caminando
hablando
sonriendo
pareciendo ser.

no olvides las aceras,
las putas,
la traición,
el gusano en la manzana,
los bares, las cárceles
los suicidios de los amantes.

aquí en Estados Unidos
hemos asesinado a un presidente y a su hermano,
otro presidente ha tenido que dejar el cargo.

La gente que cree en la política
es como la gente que cree en dios:
sorben aire con pajitas
torcidas

no hay dios
no hay política
no hay paz
no hay amor
no hay control
no hay planes

mantente alejado de dios
permanece angustiado

deslízate.


“POR UN CABALLO” Inspirado en un cuento de Isaak Bábel. Sebastian Elichiry

El resplandor del fuego abrazante daba una luz infernal en el bosque no encendido. L a figura negra de un establo, recortaba las llamas. Varios caballos negros huian encabritados , la imagen turbò profundamente al resto de  un destacamento polaco que huìa  desperdigado por el bosque .
 Un caballo con las crines encendidas corre enajenado, rostro del espanto, su carrera acaba con un disparo que surge de un lugar imposible. Los pocos soldados echan cuerpo a tierra; se produce un silencio que solo perturba el sonido de las llamas.

-         Jarek! Eres tú!?
-         Quien va!
-         Soy yo Józef!

Jarek esta temblando, corre hasta Józef y se tira a su lado, la inmensa raìz de un viejo árbol les sirve de trinchera. Józef esta tirado apuntando hacia el establo, le tiembla el pulso también. Los rostros de los polacos brillan con un color naranja, por el sudor de los dos aviva el dibujo del fuego.

Jarek- ¿Lo haz visto?
Józef-¿A quien?
Jarek- al que matò al caballo, al que nos atacò? Lo haz visto?
Józef- no sè de que me hablas, hace rato que estoy corriendo y que no veo a nadie
Jarek-(temblándole el labio inferior)-  mataron al comandante del escuadrón…
Józef-  Lo haz visto? Donde estabas? y donde està todo el mundo?
Jarek- No lo sè, estábamos apostados en la entrada de este caserìo, el comandante Nikolai  reorganizaba al escuadrón para apoyar a la caballería que atacaría por Beresteschko; sabíamos que los cosacos entrarìan por ahí en un par de días y….
Józef- Eso lo sè! Estaba ahí contigo! Se inicio el fuego y nos separaron, yo mismo me fuì con un grupo de soldados a  extinguir las llamas, cuando llegamos al foco, nos encontramos con una imagen terrible.
Alguien había asesinado  a una familia entera, por eso no había nadie en la casa, padre, madre, hijos, ancianos, todos. Rapidamente abandonamos la idea de extinguir las llamas y quisimos volver con ustedes.  El fuego nos rodeò y el grupo se desorganizo, yo empecé a correr al escuchar disparos.
¿ Se enfrentaron ustedes a los cosacos? Hubo una emboscada?
Jarek-¿ Una emboscada? Cosacos? No lo sè, solo vì   a un hombre…
Józef- Un hombre? Un solo hombre?!?!
Jarek- Sì solo un  hombre; corriò entre las llamas, rápido, muy rápido. Primero escuchè varias detonaciones, luego  Alska, Stefan y Aniol cayeron fulminados por certeros disparos que recibieron en la cabeza,  eso sembró el pánico. El escuadròn sin saber de donde venia el ataque se dispersò por el lugar, buscando donde cubrirse…
Józef- Entonces?
Jarek- entonces…entonces!!! Amigo; el horror, empezamos a disparar en todas direcciones, varios cayeron por los disparos de otros compañeros que no sabían a quien le disparaban Vì caer a Rajmud! Delante de mis ojos! Por dios! Tenia tan solo 18 años!!!!
Józef- Dios…
Jarek- Entonces  este solo hombre apareció entre una montaña de heno, Con una pistola matò a un par más de los nuestros. Yo me tirè detrás de un tonel y….
 Pude observar que el comandante trataba de ordenar lo que pasaba. Con el arma empuñada le disparò al cosaco hiriéndolo en el rostro…creí que había muerto…
Józef- ¿Creiste?
Jarek- agachado como estaba,  pensé  que el comandante Nikolai había terminado con ese perro rabioso, asomè la cabeza y lo vì.…el cosaco estaba levantado, con el rostro bañado en sangre, con un tridente atacò al comandante sacándolo de su silla, este cayò al piso y una vez en tierra, el cosaco asesino, enterró màs la herramienta en las costillas del Bravo Nikolai…
Jozef- ¡dios misericordioso!

Los dos soldados se quedaron en silencio, una vez màs el sonido de las llamas inundaba ese bosque negro y rojo.

Józef- Y que paso después?
Jarek- Con el comandante muerto, el cosaco, se acercò a su caballo…
Józef- Ryszard el gris, le llamaba el comandante Nikolai…
Jarek- lo tomò de las riendas, el caballo estaba alterado, pero en seguida, el asesino consiguió tranquilizarlo, se  acercò, lo palmeo, su mano ensangrentada dejo marcas en el cuello del caballo, le murmurò algo  apoyò su cabeza contra el cuello del caballo y sin màs lo monto…
Józef- Por que no le disparaste?!?!
Jarek- Me cubrí con el tonel, rogando a dios que ese hombre no me viera, me quede ahí sin respirar…cuando pasò un buen rato, me asomè y no estaba, arrastrándome lleguè hasta los lindes de este bosque y ahí comencé a correr, sin dejar de mirar atrás y… aquí estoy querido amigo.
Józef- Espantoso es lo que me cuentas pero me da alegría amigo que estemos aquí y vivos!
Jarek- estoy agotado, no sè cuanto tiempo corrì,  no dan mas estas piernas, deberíamos descansar, aunque  el pánico me tiene en vilo…
Józef- podríamos hacer guardias y dormir un poco, yo estoy màs despierto y no cargo con las imágenes de tremendo relato, descansa tu, yo montarè guardia.
Jarek- Gracias amigo.

Jarek- se acomodò hundiéndose en la profundidad de las ramas de ese viejo árbol que ahora era refugio.
 Jozef - cubrió con su capota a su compañero para darle calor y con la mirada fija en la mira de su fusil y el horizonte en llamas se quedò expectante, la noche eludía el frió con un incendio que no se detenía, pero que avanzaba según el viento, lejos de los dos soldados.

Quizà por el calor del fuego, o el cansancio, los ojos de Józef se cerraron.

El frió aire entrò en la nariz de Jozef, el fuego se había alejado y con eso el calor, su rostro estaba helado, su cuerpo permanecía sobre el de Jarek, que ahora era su única fuente de calor, dormía profundamente, el aire olía a pino quemado, flotaban miles de partículas de ceniza a su alrededor como si de una nieve etérea y fantasmal se tratase. Un vapor de animal inmenso asomò por uno de los lados del árbol.
 Józef se sobresaltò, atino a agarrar su fusil pero no lo tenia, se incorporo con torpeza sobre el cuerpo de Jarek, esto lo despertó abruptamente. El  hocico de un inmenso caballo gris apareció y lo ùltimo que vieron estos dos soldados polacos fue el rostro sin un ojo de Afonka que les apuntaba con sus propios fusiles.

lunes, 25 de marzo de 2013

Henry Miller, "El puente de Brooklyn" (sep. 1965 edición argentina, siglo XX, Anibal Leal)


"A veces, casi se diría que el escritor se complace pereversamente en hallar los tiempos desbarajustados, en encontrarlo todo desajustado y fuera de razón. Quizá el artista no es mas que la personificación de ese desajuste universal, de este universal desequilibrio. Tal vez ello explique por qué en los países neutrales y esterilizados(Escandinavia, Holanda, Suiza) es tan escaso el arte producido, o porqué en los países que están sufriendo profundas transformaciones sociales y poíticas (Rusia, Alemania, Italia) la producción artistíca es de esacaso valor. Pero sea que exista escaso arte, o un arte de mala calidad, debe entenderse que el arte mismo es sólo un expediente provisional, un sustituto de la cosa real. Hay solamente un arte que, cuando se lo practica, puede destruir lo que se llama "arte". Con cada linea que escribo, destruyo al "artista" que existe en mi. Cada línea equivale a asesinato de primer grado o suicidio. No deseo infundir esperanzas ni inspirar a nadie. Si Supiéramos qué significa estar inspirados no trataríamos de inspirar. Simplemente tratariamos de ser. Según están las cosas ni inspiramos ni ayudamos a nadie: nos limitamos a impartir fria justicia. Por lo que a mi respecta, nada quiero saber de esa maloliente justicia fria; quiero cálida magnanimidad o desdén absoluto. Para ser sincero, quiero algo más de lo que ningun hombre puede darme. ¡Lo quiero todo! Todo..., o nada. Es absurdo. Lo sé, pero tal es mi posición.
¿Se está bien en Francia? Es extraordinario. Maravilloso. Para mi es maravilloso por que es el unico lugar del mundo, que yo sepa, dond epuedo llevar adelante mi tarea de asesinato y suicidio...hasta el momento en que arribe a un nuevo dominio zodiacal."
"El hombre que aspire a ser un buen (o un mal) escritor frances, un buen (o un mal) escritor alemán, o un buen (o un mal) escritor ruso, es decir, el hombre que abrige la esperanza de ganarse la vida suministrando dosis regulares de medicina a sus compatriotas enfermos, contribuye a perpetuar una farsa que viene desarrollándose desde el principio de la historia.
Dichos escritores, que , por lo que parece, son prácticamente todos los que existen, son los piojos que nos impiden conocer el paraiso o el infierno. nos mantienen en un permanente purgatorio donde nos rascamos libremente. Y mientras la tierra vacila sobre su eje, y aun cambia de eje de tanto en tanto, estos tipos nos obligan a seguir constantemente el mismo rumbo. En todas las granes figuras que han surcado el horizonte siempre hay o hubo considerable proporción de traición, o de odio, o de amor, o de disgusto.
Hemos visto traidores a la raza, a la patria, a la religión, pero aún no hemos engendrado auténticos traidores, traidores a la raza humana, que es precisamente lo que necesitamos. Sé que las probavilidades son escasas. Menciono el hecho con el único próposito de mostrar por donde sopla el viento.
Como digo, el individuo necesita un cielo o un infierno en el cual florecer...hasta que llega el paraíso de su propia creación, ese reino intermedio que no es la utopía abundosa con que sueñan las masas, sino un dominio interestelar en el que uno describe su propia órbita con sublime indiferencia. Dante fue el mejor cartógrafo del alma que Europa produjo jamás, todo tan agudo como un silbo y nitidamente definido en blanco y negro; pero desde entonces no solo Europa, sino el universo entero a adquirido nuevas dimensiones espirituales. El hombre es todavía el centro del cosmos, como ha dilatado el cosmos casi hasta el punto de ruptura-¡A decir verdad, los hombres de ciencia preveén que el universo explotara!- el hombre mismo es practicamente invisible. Las alas artificiales no resolverán el problema, y tan poco los ojos artificiales, ni las escaleras mecánicas, ni el pemmicán. Todo este condenado universo debe ser desarmado, ladrillo por ladrillo y reconstruido. Es preciso reorganizar cada uno de los atomos. Quizá si nos sentamos tranquilamente y practicamos ejercicios de respiración profunda estaremos mejor que si nos bombardeamos con cartuchos de dinamita. Por que lo extraño del caso reside en que si nos limitamos a no hacer nada, si tomamos las cosas con calma, y holgazaneamos, y reflexionamos, las cosas tienden a enderezarse solas."

Egor y Vera (Inspirado en Chejov.). Sebastian Elichiry



Egor prosiguió su marcha por el bosque, las chicharras de la tarde no hacían más que anunciar la continuidad del bochornoso calor. Con el último sol, el aspecto del bosque era de un lavado color sepia, entre las copas, algo raquíticas, se filtraban al camino rayos finamente delineados. Cuando el cazador cruzaba algún tramo con parte de esa luz concentrada, corrían espesas gotas de sudor por su frente que, de saladas, hacían arder sus ojos.  Su perro fiel apuraba la marcha hasta la siguiente sombra y dejaba caer su babeante lengua, señal de que el can también acusaba el bochorno. Y fue bajo el estado de ese intenso calor, que Egor avista, ya más dentro del bosque, dos caballos con monturas y alforjas comiendo hierba crecida del costado del camino. Tal vez por el calor o la vejez,  su perro tarda en percibir a los caballos, y no es ya bastante adelantado a su dueño que los ve y sale a su encuentro como chumbo. Egor reacciona bajando la marcha y al ver el escape de su compañero, le silba y lo increpa a quedarse donde está.
-¡Bazarov, aquí!
El perro frena inmediatamente, gira y agacha la cabeza, solloza un poco y con el rabo entre las patas vuelve inmediatamente junto a su amo, que ya más precavido, avanza con la mirada puesta en los caballos y los alrededores.  A vistas de Egor, pertenecían a alguien de dinero, “Algún noble que no es de por aquí” pensó. La montura y el aspecto de los bultos, daban idea de un viajero o dos. Egor continúa su marcha sin ver ningún rastro de los dueños de tan bellos animales ; uno negro intenso, brilloso, muy cuidado, y el otro blanco manchado, de crines crema, también muy cuidadas. Y fue cuando Egor, ya pasando a los caballos que ni se inmutan, se asusta tremendamente. Con la mirada fija en ellos, Egor no percibió la aparición de una mujer que, saliendo del bosque, se plantó frente a él.  Egor la increpa.
-¡Mujer! Por Dios, el susto que usted me ha dado!-
Al terminar la frase, Egor se llama a silencio, el aspecto de aquella mujer lo inhibe al instante, parece noble, pero sus gafas finas y oscuras, el pelo corto y recto, la rigidez de su vestir, un traje negro con puños y cuello blancos, le dieron la sensación de algo siniestro. La mujer lo miró fijamente, sólo se limpió las manos en su traje y recién ahí habló, sin quitar la mirada de Egor.
-Hola, mi nombre es Vera Zasulich- , tendiéndole la mano.
Egor se limpia rápidamente la suya en su ropa, y con nervio apenas toma la de Vera, el aspecto de ella lo asombra, nunca había visto una mujer así. Sus rasgos son nobles, definidos, maxilar marcado, pelo rubio casi ceniza, cortado de forma dura, con un flequillo recto; sus cejas, más oscuras, endurecían aún más su rostro, el color de sus ojos era un misterio. Egor miraba en todas direcciones, esquivando las gafas, nunca había visto una a mujer llevar esas gafas negras, sólo a los nobles, y sabía que eso era un detalle de lo más costoso. Suponiendo que Vera fuese la hija de algún Conde extranjero, Egor reacciona agachando la cabeza.
-¡Por favor, no haga esa estupidez!-  dice Vera enérgicamente.
Ahí la sorpresa de Egor fue total. La rudeza de las palabras y a la vez, la orden escondida en el tono, lo dejaron boquiabierto. Con la mirada fija en los ojos ocultos de la muchacha, torpemente descubrió su cabeza y señalando al perro, se presentó.
-Este es Bazarov y yo soy Egor Vlasich, soy cazador y sirvo a Dimitri Ivanich, sepa usted que no encontrará cazador como yo por esta región- dice Egor sacando algo de pecho, mirando ahora a Vera con más altura, ya no como el ratón sorprendido que fue al inicio del encuentro.
-Sirves?- dice Vera con frialdad.
La palabra desconcierta a Egor, enseguida Vera se agacha y saluda afectuosamente a Bazarov rascándole el morro, la familiaridad con el animal y la soltura al acariciarlo, lo dejan aún más pasmado . Incómodo, enseguida Egor toma al can del cuero y lo increpa a quedarse quieto. Bazarov mueve la cola y acata con temor. Vera se levanta muy delante de Egor, que retrocede medio paso, dejándole espacio a la dama, ella baja sus gafas y mirándolo con unos ojos azules criminales le dice:
-A ver si me puedes servir para algo a mí, Egor Vlasich!
La demanda vuelve a Egor nuevamente al tamaño de un ratón. El rechazo se mezcla con la atracción y el servilismo, y el cazador agacha nuevamente la cabeza y dice:
-Puede contar con Egor Vlasich, para lo que necesite.
-Voy a San Petersburgo, tengo ya muy pocas provisiones y no me vendría nada mal un cazador que se encargue de la comida y por qué no de mi seguridad.
-Pero señora, de dónde viene usted?
-De lejos, y eso no le incumbe.
Egor guarda silencio.
-Y? qué dice?
-Yo sirvo, como le dije.
Vera lo interrumpe.
-Ya me lo dijo, queda poco de viaje, estoy dispuesta a pagarle y creo que su señor podrá no echarlo en falta tres días, a paso ligero hasta podemos llegar en dos.
-Señora, hay pueblos y tabernas de camino.
-No quiero detenerme en ningún lado, por eso necesito que en las paradas pueda hacerse cargo de la comida.
El ofrecimiento para Egor era una locura pero una aventura a la vez. Ir a caballo a San Petersburgo en tres o hasta dos días significaba galopar intensamente. Los caballos tenían un aspecto saludable y poderoso, la imagen que se hizo  Egor arriba de uno de esos animales lo tientó. Galopar con esa extraña y bella dama, volvían el ofrecimiento casi irresistible.
-Estoy dispuesta a pagarle 2 rublos por día.
La cifra fue la chispa definitiva, “¡Dos rublos por día!” pensó Egor con excitación.
-Trato hecho señora, pero debo estar en Boltovo al anochecer, para avisar que voy a ausentarme.
-¡No! Le dije que nada de pasar por lugares o hablar con gente!... ¿Lo toma o lo deja?
-Pero…
Vera en un movimiento ágil y sorpresivo, rodea a Egor sin que éste pueda verla. Una vez que Vera lo rodea repite:
-¡¿Lo toma o lo deja?!
Y en la duda de Egor residió la fatalidad, Vera le saca la escopeta del hombro, la cierra y levanta los gatillos con experiencia, le apunta firmemente. Egor gira y se paraliza, atina a levantar las manos nomás, Bazarov ladra, Vera los apunta a los dos con frialdad.
-Que el perro se calle.
-¡Bazarov! Grita Egor. El viejo can se calla.
-¡Bien Egor Vlasich!, al mejor tirador de la región, una mujer acaba de desarmarlo. ¿Qué dices ahora Egor Vlasich! ¡Estúpido! ¿Lo tomas o lo dejas?
-Señora (con un casi imperceptible temblor en los labios) no hace falta que nos apunte, yo puedo hacer lo que me pida sin que nadie salga lastimado, pero Boltovo, mi Señor…
-¿Tu Señor? ¡Pobre diablo, le apuntan con su propia arma, su vida depende del nervio de una mujer y el tonto piensa en su Señor! ¡Yo no te necesito Egor Vlasich y como no te necesito te elijo, pobre diablo! Te lo preguntaré una vez más, vienes conmigo o te mueres!
Egor entendió al ver sus ojos, que Vera hablaba en serio. Sus gafas ahora caídas sobre la nariz, dejaban ver una mirada determinada, fría, la compresión de las pupilas era felina, esos ojos mataban ya.
-Si mi vida depende de que la acompañe, así será Señora, pero permítame que le pregunte.. ¿Cruzaremos todo el camino con usted apuntándome con mi escopeta?
Vera se acerca a Egor apuntándole, Egor retrocede un paso, ella levanta la escopeta como para disparar, Egor apenas eleva un poco sus manos para protegerse, entonces ella, con otro movimiento rápido golpea a Egor en el rostro con la culata, con fuerza medida. Egor cae de espalda a la hierba, Vera arrojando la escopeta se lanza sobre él, le besa la boca lastimada con fervor, y con violencia le mete la mano a Egor dentro de los pantalones. Aturdido y confundido por lo extremo de las sensaciones Egor se pierde, Vera lo monta y le repite sin cesar, como un susurro de olas que crece y carcome hasta la piedra más sólida: “Ni Dios, ni tierra, tú no necesitas nada Egor Vlasich, eres perfecto, ni Dios Ni tierra”. Con el éxtasis llega la sombra, todo se ennegrece.
Egor despierta a la madrugada, con los primeros rayos de sol que consiguen colarse  en el claro en el que permanece tendido. Le duele la boca y la cabeza como si de una resaca de mil vasos de vodka se tratase. Bazarov está a su lado agazapado, gimotea y le lame la mano. No ve a Vera, ni a su escopeta, todo parece una pesadilla, pero su arma no está. Egor se levanta y desparece entre los árboles.
Pasa el tiempo.
Egor está cepillando un caballo en un establo espacioso. Sus movimientos son lentos, cansados, su mirada está opaca. Fuera del establo una voz lo llama.
-¡Egor!
Sale del establo, en el patio central de una inmensa casa, su Señor, Dimitri Ivanich, escoltado por dos oficiales de Policía, lo espera.
-Dígame-, dice Egor observando a los policías de reojo.
-¿Recuerdas aquella historia que no te creí?, dice el noble.
Egor mira a los policías y luego mira a su Señor, afirmando con la cabeza con temor.
Uno de los oficiales avanza un paso frente a Egor y dice:
-Hace dos días una mujer, de nombre Vera Zasulich, disparó, e hirió al gobernador militar de San Petersburgo, el general Teodoro Trepov. Según su confesión, el arma con la que disparó se la habría quitado a un cazador de esta región y, revisando las denuncias de este condado, nos encontramos con que hace un tiempo su Señor denunció el robo de una escopeta. Queremos saber si está dispuesto a ir hasta San Petersburgo a reconocer a la atacante del General, esa tal Vera Zasulich es una “Niglistka”(nihilista) que sólo cree en el asesinato y la destrucción y hay que condenarla. ¿Vendrá usted con nosotros?
Egor mira al policía en silencio, luego a su Señor. Éste le dice:
-Si te hubiese creído te habría ahorrado la paliza. ¡Pobre Egor! ¡Anda, vé! ¡Cumple con tu deber y recupera tu escopeta!
En ese momento, como si se tratase de un súbito trueno al comienzo de una tormenta, resonaron las palabras de Vera en su cabeza, en medio de ese irracional acto pasional, “Ni Dios, ni tierra, tú no necesitas nada Egor Vlasich, eres perfecto, ni Dios, Ni tierra”.
Egor baja la cabeza, los dos oficiales lo dejan avanzar y lo siguen, uno lo toma de un brazo y salen hacia el portal del castillo.

domingo, 24 de marzo de 2013

DEMOCRACIA. Arthur Rmbaud - Iluminaciones




"La bandera avanza hacia el paisaje inmundo, y nuestra jerga ahoga el tambor.
"En los centros alimentaremos la prostitución más cínica. Aplastaremos las revueltas lógicas.
"¡En los países de pimienta y destemplanza! - al servicio de las más monstruosas explotaciones industriales o militares.
"Adiós a los de aquí, a cualquier sitio. Reclutas de buena voluntad, nuestra filosofía será feroz; ignorantes para la ciencia, taimados para el bienestar; que reviente el mundo que avanza. Ésta es la verdadera marcha. Adelante, ¡en camino!"


sábado, 23 de marzo de 2013

El gran dictador de Serguei Eisenstein (reseña publicada en 1941)



1. Una mariposa negra

La ironía del destino quiso que la mariposa negra de dos bigotes simétricos se posara sobre el labio superior de dos hombres completamente distintos.
Uno es una máscara. una invención; el otro es real, de carne y hueso.
El primero es uno de los hombres más populares del planeta.
El segundo es, de lejos, el más odiado.
"¿Me robó mi bigote!", gritaba alegremente Chaplin en los periódicos, acusando a Hitler de plagio: "¿Yo tuve antes la idea!"

viernes, 22 de marzo de 2013

Leyenda para una tumba prestada, "EL RUMBO DE LAS ISLAS PERDIDAS" de Raúl González Tuñon. 1969

No me promocionaron, nunca di un Best Seller.
El buen Théophile Gautiers me aplastaba con su exito
Cuando yo pedía dinero a mi madre.
Poco queda de él y su chaleco rojo
se lo pone hoy el olvido.

Me prestaron la tumba, me enterraron
en donde yace el general Aupick
-mi padrastro-
Ex Embajador en Constantinopla
Y caballero condecorado.
Soy Charles Baudelaire,
soy el padre
de la poesia moderna.

“Los Otros”. Sebastian Elichiry


El cisne o Sagitario son constelaciones de verano, pensó Tom mirándolas por su telescopio Hackeye300. Trescientos era el alcance en metros que su telescopio podía brindarle. Movió los grados necesarios para ver la luna y desde ahí tratar de encontrar a Marte.

El paseo por la luna era fascinante, con ese alcance y esa noche limpia y estrellada, el satélite era diáfano, perfecto en sus matices de grises y ni qué decir del detalle de las sombras de los cráteres y las montañas lunares.

El problema era siempre el mismo, la cercanía de la luna hacía que su movimiento fuese constante y que, para poder verla con detenimiento, Tom tuviese que mover las perillas que hacían que el telescopio moviese su lente dentro de sí. La luna escurridiza se le escapaba.

Tom conseguía con éxito pasearse por la luna, espiarla, disfrutarla. Martha le había preparado un segundo termo con café. Dejó la luna un instante y tomó un poco, el vapor del café lo devolvió a la tierra, a la cabaña, a su retiro con Martha. Miró por una pequeña ventana de la terraza. Martha aún estaba escribiendo, despierta, rodeada de notas.

El sonido de su máquina de escribir había desaparecido. Hacía unos días la había arreglado y aceitado sus mecanismos. La miró con ternura, ella releía unos papeles, buscaba otras notas y con un lápiz hacía marcas en el papel atrapado en ese mecanismo silencioso y creativo, porque esa máquina y Martha ya eran uno. Máquina y esposa silenciosas.

Martha levantó la vista y lo miró chequeando, se encontraron sus ojos una milésima de segundo, ni tiempo para una sonrisa, Martha volvió a sus notas y Tom sonrió sin recibir respuesta. No era tensa la situación.

Estaban ahí por trabajo, descanso y necesidad. Necesidad de estar lejos de todo lo que los había enloquecido los últimos meses.

Los dos tenían trabajo que hacer y la cabaña de Martha era el lugar perfecto. Tom pensó que habían tenido tanto trabajo, habían estado tan absorbidos por sus vidas profesionales que llevaban ya casi 6 meses sin gozar de intimidad física. Ni siquiera en ese páramo de tranquilidad y retiro a ninguno de los dos les asomó el apetito sexual.

La convivencia era pacífica y agradable. Atrás habían quedado los días de su trabajo en la Universidad de Chicago y el ir y venir incesante de Martha a España cubriendo para el Chicago Tribune el final de la Guerra civil española.

Tom había sufrido intensamente esos viajes, su mujer era fuerte y viajaba con visados y salvoconductos que le permitieron cubrir el final de esa terrible guerra sin problema ni riesgo. Nunca estuvo en zonas de combate “muy calientes” como decía ella, pero por algunas fotos que consiguió esconder y traer a los Estados Unidos, eso le parecía una mentira.

Ahora trabajaba en un libro sobre notas y hechos de la intimidad de ese pueblo que trajo consigo. Tom admiraba a su mujer, su coraje, su arrojo y su capacidad de supervivencia. Pero por sobre todas las cosas, su entereza ideológica.

Martha volvió de España con un informe neutral para el diario y un conglomerado de escritos e historias fascinantes de la Resistencia española, eso era su secreto y eso emocionaba a Tom.

Él, en cambio, terminó su año académico con exámenes, entregas de informes y la promesa de un trabajo para su departamento sobre el movimiento de ciertos cuerpos celestes.

Tom era un astrónomo muy respetado y reconocido en la ciudad de Chicago. Algunas notas sobre constelaciones y cúmulos de estrellas habían sido publicados en el Astronomic Reviews e inclusive unos estudios hechos sobre Venus fueron publicados en la prestigiosa Cosmic Knowledge de Nueva York.

El sonido de un auto a la distancia lo secuestró de sus cavilaciones.

Enseguida miró en dirección a la tercera cabaña, lugar de donde provenían unas casi imperceptibles voces, pero que en el silencio de la noche y el viento, llegaban a él claramente. Su primer impulso fue dirigir el telescopio hacia esa cabaña, pero se contuvo, miró a Martha un momento, ella seguía en lo suyo, entonces movió el telescopio y miró.

Dos hombres y una mujer estaban entrando a la tercer cabaña. Enseguida miró la cabaña de los Bradley. Su chimenea humeaba. Aparentemente no acusaron recibo de la llegada de estos extraños, entonces se sintió cómodo al mirar, ya que ni Martha ni los Bradley estaban al tanto de lo que pasaba.

Tom puso su ojo en la lente, apuntó y ajustó las perillas. Una mujer joven, bonita y dos hombres, uno de ellos desgarbado, el otro más corpulento, los tres tenían algo de bohemios, de extraños, definitivamente fuera de lugar, fuera de tiempo, urbanitas en un bosque.

Encendieron luces, ella se puso a hacer café, ellos se fueron a beber al pequeño muelle que daba al lago.

Su telescopio le permitía ver todo con claridad a pesar de la noche, la luz de la casa y de la luna alcanzaba. Observó todos los movimientos de los tres extraños alternándose entre uno y otro, volviendo a la mujer cada tanto. Los vio prepararse sus catres para dormir hasta que finalmente se acostaron.

Empezaba a despuntar el alba, Tom miró dentro de su casa y Martha ya no estaba en su escritorio. Bostezó. Volvió a apuntar el telescopio hacia arriba, la luz del amanecer ya hacía casi imposible ver algo, buscó a Marte y nada, se había entretenido demasiado con los otros cuerpos, los que no eran celestes.

Abandonó el cielo, tapó la lente del telescopio, lo movió debajo de un pequeño techo de la terraza y lo cubrió, y se metió en la casa.

Esa noche Tom soñó con un cuadro de 1571, de Antoine Caron, el que se ve a unos astrónomos estudiando un eclipse.

Tom soñó que estaba dentro del cuadro, que era uno de esos astrónomos y que sentía la profunda angustia que debían de tener esos sabios que fueron negados en su tiempo.

Sintió la desesperación de poseer un conocimiento que era perseguido, y al mismo tiempo la asfixiante sensación de la imagen del eclipse, de un cuerpo que oculta a otro cuerpo, de una información que le era negada también a él.

Despertó a la mañana siguiente antes que Martha. Ella dormía al otro lado de la cama, de espaldas, en posición fetal, como ocultando su identidad. En ese momento Martha era una espalda nada más.

Preparo café, hizo unos huevos batidos y desayunó con su mujer. Hablaron poco.



  • Tom: Ayer por la madrugada llegaron tres extraños a la tercer cabaña
  • Martha: ¿ como?
  • Tom: Si, si, los vi llegar y con el telescopio vi lo que hacían
  • Martha: Pero sabes quienes son?
  • Tom: Sé que esa cabaña es de tres propietarios, sino recuerdo mal uno es un tal Mc Cord
  • Martha:¿ Los conoces?
  • Tom: No los conozco
  • Martha: Y los Bradley?
  • Tom: Los Bradley no hicieron nada. Luego les preguntaré.

Tom camino por una senda con la Mirada puesta en la tercer cabaña.

Sus ocupantes aun dormían y eso le dio tranquilidad. Golpeo la puerta de los Bradley. Se abrió la puerta y allí estaba Bradley recién levantado.

-Tom: Disculpa que te moleste tan temprano. Sábes que llego gente a la tercer cabaña ayer por la noche

-Bradley: No, no lo sabía.

Tom se quedó un momento meditabundo.

-Tom: Ustedes se van hoy?

- Bradley: Si, tenemos que estar en la ciudad por la noche. Tengo aún varias provisiones. Quieres que te deje algo?

-Tom: No hace falta. Sólo quiero pedirte un favor. Martha y yo quisiéramos no ser molestados en nuestra estadía aquí. Si hablas con esa gente o los ves, por favor no les menciones de nuestra presencia.

Bradley levanta una ceja extrañado.

-Bradley: No hay problema Tom, no les diré nada.

-Tom: Gracias y que vaya bien.

Tom volvió a su cabaña siempre mirando, cada tanto, a la cabaña de los otros, siempre asegurándose de que ninguno de ellos perciba su presencia.

Con el equinoccio llegaba el fin del verano.

Era tiempo de poder ver a Andrómeda. Tom la miraba, pero su mente estaba en los otros. Hacía ya varios días que habían dejado de ser tres para pasar a ser dos solamente. Los que el intuía la pareja. También llevaba varios días sin casi hablar con Martha.

Durante el día Martha escribía constantemente. Él, en cambio, intercalaba las tareas de la casa con la observación de los otros a través del telescopio.

Una mañana la vio a ella salir de la casa desnuda. La visión lo perturbó.

Su telescopio le permitía ver con delicado detalle toda su femineidad. Podía verla nadar, flotar, ver cómo el agua rompiendo la ley de la gravedad, la hacía fluir. La veía secarse en el muelle, boca arriba o boca abajo. Llegó a ruborizarse en algún momento.

También lo veía a él, dormir hasta tarde boca arriba en un catre, caminar por la casa y cortar leña constantemente.

Un día Martha salió de su abstracción. La máquina de escribir que hasta ese momento había sido silenciosa, comenzó a reverberar dentro de la casa.

Tom hacía rato que estaba en la terraza. Anteriormente controlaba los tiempos de su voyeurismo con meticulosidad.

Ese día estuvo más de la cuenta, y Martha, definitivamente, lo notó.

Martha: Tom que estás haciendo?

La pregunta fue como un rayo. Golpeó su ojo contra la lente y el telescopio giró sobre su eje haciendo un chirrido.

En su torpeza Tom se frotó el ojo irritándolo. Sin pensar bajó rápidamente al comedor.



-Tom: Nada, estaba mirando.

-Matha: Mirando qué?

-Tom: A los vecinos.

-Martha: estas fisgoneándolos?

-Tom: Bueno….

Tom se sonrojó.

-Martha: Estabas fisgoneándolos.

Insistió.

-Martha: Eso es lo que vienes haciendo todos estos días allá arriba en la terraza, espiando a esos extraños..

Tom se tomó el cuello y miró hacia el piso, y luego giró su cabeza en dirección a unas fotos que Martha había colgado en la pared.

Eran fotos que había traído de la Guerra en España. En una de ellas una mujer muy joven, de negro, sostenía el cuerpo de un soldado republicano, recién abatido, pálido. Lo tremendo de la foto no era solo la imagen de la muerte, ni siquiera la similitud con La Piedad de Leonardo, sino más bien la mirada de la mujer, fija, directa a la lente dela cámara de Martha. Esa mujer sabía que estaban fotografiando el preciso momento en el que su hermano, su marido, o un amigo, había muerto.

Entonces Tom levantó la mirada, señaló con un dedo la foto y dijo:

  • No es acaso esa imagen también un robo? No es también voyeurismo?
  • Martha: No es lo mismo.
  • Tom: Si que lo es.
  • Martha: Quiero saber que estabas mirando. Si me acusas de ser una fisgona por haber hecho esa foto, quiero saber qué es lo que estabas mirando.
  • Tom: Para qué?
  • Martha: Sencillamente quiero saberlo.
  • Tom: Muy bien.

Subieron a la terraza, Tom tomó el telescopio y apuntó en dirección al muelle.

No había nadie. Corrigió la dirección del telescopio y apuntó adentro de la casa. La imagen lo sorprendió. La pareja estaba haciendo el amor e inmediatamente quitó el ojo de la lente. Entonces Martha quiso mirar.

Tom atinó a detenerla, pero ella lo corrió con una mano, y miró. Y continuó mirando. Miró un rato largo.

Tom se incomodó. Luego Martha levantó la vista y acarició el rostro de su marido. Lo tomó de la mano y lo llevó abajo, a la habitación.

Con la visión de Orión llegó el invierno.

Martha había terminado el borrador de sus notas de la Guerra Civil española. Tom había abandonado su trabajo sobre el movimiento de los cuerpos celestes, y desde el otoño sólo se había dedicado a la casa y a su esposa.

Habían decidido volver a la ciudad. Volver a Chicago, al bullicio. Volver a los almuerzos en el Green Deli en el centro de la ciudad, a las tardes en la biblioteca, al cine, al teatro.

En un viaje al pueblo, Tom leyó en el diario local que se había estrenado una película que hacía furor, con Clark Gable y Vivian Leigh. Su nombre era: Lo que el viento se llevó.

Esa misma tarde Tom miró por última vez con el telescopio la casa de los otros. Se inició una nevada, y a través de la lente, el viento y la nieve hicieron desaparecer la cabaña.



F I N

jueves, 21 de marzo de 2013

MADAME BOVARY de GUSTAVE FLAUBERT (pag. 243 editorial Colihue Clásica)


"Pero solo permanecio dos minutos. Luego, en cuanto partió, Homais le dijo al medico:-¡Esto es lo que llamo un altercado! ¿ Vio cómo lo tuve a mal traer?...Bien, créame, lleve a la señora a ver ese espectaculo, ¡aun que mas no sea para hacer rabiar a esos cuervos una vez en la vida, que diablos!. Si alguien pudiera remplazarme los acompañaría con gusto. ¡Dese prisa! Lagardy dara una sola representación; ya esta contratado en Inglaterra con honorarios considerables. Según me dicen, es un tipo muy hábil, ¡Y esta lleno de dinero! ¡Lle va consigo a tres amantes y a su cocinero!. Todos estos grandes artistas tiran la casa por la ventana: necesitan una existencia desvergonzada que les exite un poco la imaginación. Pero después mueren en un asilo, porque no tienen la sensatez cuando son jovenes, de hacer economias. ¡Vamos, buen apetito; hasta mañana!"