La
única certeza diaria era la indispensable taza de te con leche que
necesitaba beber para despertarse, asentar el estomago decía,
siempre con dos terrones o cucharaditas de azúcar. Ni mas ni menos,
ya que como en todo ritual, cualquier cambio en el mismo arruinaría
la magia. Tras el ritual del te, el resto de las probabilidades del
día eran casi impredecibles. Los beneficios o maldiciones de no
tener que fichar diariamente en un trabajo "normal", como
los que obligan a despertarse al resto de los mortales entre las 7 y
9 de la mañana para regresar a sus vidas solo al final de la
jornada. En su caso, su trabajo, su vida, su obra, su ser, su sentir
completo eran parte de lo mismo; la vida una gran performance con su
personalidad como herramienta de cambio.
Un
concepto novedoso, vivir gracias a la personalidad propia, plusvalía
a cambio de existencia, a cambio de un espectáculo de luces y
sombras donde los protagonistas son actores en una obra donde el
guión se va escribiendo por osmosis a medida que las escenas van
cambiando. Pero el ser humano no esta construido para sostener el
acto durante tiempo indeterminado sin posibilidades de descansar en
el backstage, el ser humano como animal de costumbres (perdonen que
use esta remanida frase) necesita "saber" donde esta
parado, que posee y que no, quien es en realidad. Cuando usas tus
habilidades para reflejar la luz en los demás y hacer que se vean
bajo el prisma que solo tú sabes dotarles se corre el gran riesgo de
perder el hilo del guión y olvidar si uno era un personaje o el
escritor.
Supongo
que eso le sucedía, que se había perdido entre multitud de
personas, personajes y egotismo. Que cuanto era imprescindible
habitaba ahora un mundo de misticismo y lejanía. Lo importante y lo
amado se hallaba del otro lado del mundo, en una tierra de tinieblas
donde todo era caos y barbarie. Porque la necesidad de dotar a la
tierra natal de características cercanas a la Itaca de Ulises le
hacia mas llevadero el continuo resurgir de las cenizas, porque de
esa manera reinventarse con la ilusión de un futuro e incierto
retorno tomaba características aun mas románticas, y como todo
romance se ve mucho mas hermoso cuanto mas lejano e imposible.
Para
evitar su dolor e impotencia, camuflaba sus necesidades en historias,
dotaba a gente mediocre de capacidades fantásticas y a veces,
quitaba protagonismo a gente maravillosa para poder reescribirlos,
siempre cuidadosamente en segundo plano como antagonistas para que el
protagonismo nunca dejara de ser monopolio de su personaje.
Ese
día, comprendió, que ya nadie sabia quien era en realidad y que la
única forma de perpetuar la historia era deshacerse de aquellos
personajes que podían cambiar su historia. Aquellos personajes
peligrosos que desenmascaran el artificio final para alzarse heroicos
y quitar todo el merito a la obra.
Desdemona
debe morir, porque la obra se llama Otello. Y como tal, pagara por el
mero hecho de su existencia, pagara por el hecho de conocer los
sentimientos íntimos del moro, por conocer el latido de su corazón
a la luz de la luna, sus ocultos secretos, sus ansias y desdichas.
La
taza de te vacía, la revisión rutinaria de correspondencia y
responsabilidades que tanto detestaba. Se preguntaba sobre su razón
de ser, su objetivo en la vida y demás temas constantemente,
deseando haber nacido en alguna Polis griega para vivir en constante
debate.
El
mundo actual se le hacia frío y mecánico, como una tumba que se
cerraba sobre su ser y asfixiaba, asfixiaba hasta que el grito se
hacia imposible. Cuando eso sucedía se quedaba en la cama, a oscuras
o escapando dentro de algún libro que trasladara sus deseos a la
realidad hecha papel. Alguna vez, en la mítica Itaca de su niñez
había sido un ser excepcional, pero los años habían cercenado las
ilusiones de gloria y ya eran solo sombras. Eso le dolía, mataba el
pájaro de su alma día tras día y cegaba sus ojos a todo aquello
que fuese verdadero. No había presente ni pasado ni futuro, todo era
relativo, todo era una construcción.
El
teléfono seguía sonando, repicaba al compás de las necesidades
ajenas pero nunca para hacer realidad las propias. Su sonido era
inquietante. Se preguntaba si poner fin a su existencia, a la del
personaje o a la del antagonista. El cuerpo aun dolía y recordaba la
crudeza del amor, de la incomprensión y el mar insondable que dos
seres pueden formar entre si cuando se conocen demasiado y ya no
saben mas que decirse.
Había
cortado el cordel de los sueños compartidos en el dolor más
absoluto. Ambos estaban solos ante la inmensidad, mirando a los ojos
de lo intangible. Todas las guerras sacan lo mejor y lo peor de los
hombres, el corazón oscuro que late en el viaje interior que nos
lleva a las profundidades de nuestra jungla. La locura... La guerra
continua que es el amor.
Volvió
a la cocina a preparar mas te, su sabor constante remitía el dolor.
El sabor que tuvo siempre. Imágenes de mañanas escolares bebiéndolo
en una taza plástica de color rojo profundo o en ocasiones amarillo
se sucedían en su mente, imágenes de Harrods con la abuela Velia y
el primer volumen de la Iliada y la Odisea. Los dibujos hermosos de
héroes y dioses, el llanto de Penélope y Ulises, siempre Ulises
como un faro iluminando su vida. Como el primer indicativo de su
destino futuro, de su propia búsqueda de esa Arcadia perdida.
Formaba con Ulises una misma persona, una unidad, una idea; la del
heroísmo perfecto, la de la imposibilidad de una rendición.
Como
había amado! Como había vivido! Que multitud de historias había
protagonizado! Cuantos habían admirado o denigrado su gloria! La
épica de una vida que deseaba ser como un poema, un grito a la musa
Calliope. Como se ocultaba el sol, cuan pronto en el invierno de la
vida...
Creía
que tenia mucho mas tiempo, pero las arenas del reloj se escurrían y
la realidad del espejo ya no devolvía el mismo mohín infantil que
otrora había fascinado a quienes encontraba.
Su
otra mitad, su amor y compañía, su antagonista se movía por el
resto de la casa. La pregunta dentro de si repicaba como campanadas
de una iglesia gótica. Matar al personaje, matar al antagonista o
dejar toda esta historia, esta obra y volver a Itaca por fin? La
literatura conoce infinidad de modos de deshacerse de personajes
insidiosos, ya que Otello debe vivir para dar nombre a su obra y así
conseguir la inmortalidad en el inconsciente colectivo. Desdémona,
la almohada, el suspiro ahogado, el fin.
El
Patroclo de su Aquiles trajo su te con amorosas manos, manos capaces
de destruir y de crear, como todas las manos. Pero fuertes y reales,
su odio y su amor eran reales, como así también el océano
insondable. Quiso acariciarlas mientras depositaba el te junto al
teclado, pero no lo hizo. Debería considerar como finalizar la obra,
o al menos este acto. Debía meditar si realmente valía la pena
terminarla o si era en realidad una obra mediocre, con infinidad de
defectos, si era mejor comenzar una nueva. Todos los creadores del
mundo han enfrentado estas mismas decisiones, sin embargo, el mundo
de papel y el de la carne tienen capacidades completamente
diferentes. A saber, en el mundo del papel puede corregirse, pueden
anularse capítulos enteros que nunca verán la luz y pueden
resucitarse los personajes que se creían perdidos para siempre.
Caminaba
como un leopardo camina en un zoológico, en círculos infinitos con
la mirada siempre fija al posible depredador. Sabia como atacar,
sabia cuando atacar, lo había sabido siempre.
Atravesó
el largo pasillo que comunicaba su estudio con la sala. Patroclo
miraba televisión con ojos tristes y la mente llena de preguntas, el
también tenia su historia y también estaba pensando en su
finalización, en cuan complicado es dar ese giro final que termina
el romance. Desde atrás veía su largo pelo oscuro como surgía de
la raíz y terminaba en la base de la nuca en una trayectoria
perfecta, evaluó su cuello, su postura, la cantidad de fuerza
necesaria para la sumisión. Medito sobre el bermellón de la funda
que cubría el sofá, le pareció perfectamente complaciente. Tras
unos segundos que equivalieron a un milenio se decidió, y sus manos
se abalanzaron sobre la figura del sofá como si intentaran abrazar a
una sombra.
Silencio.
Los
labios se unieron y sus cuerpos se unieron, los humores se hicieron
parte de un único océano de sal. No habría otra muerte ese día,
que la más dulce de todas.