domingo, 31 de marzo de 2013

Inspirado en "La Intrusa" de J.L.Borges. Sebastian Elichiry


De Santiago Dabove, inspirado por su relato, también quise saber de aquel mítico enfrentamiento con la policía, que a mí entender, debería haber sido uno de eso pilares fundamentales en la forja de tremendo afecto entre hermanos. Dabove desconocía los detalles del percance y movido por la intriga que el relato de estos dos había suscitado en mí, le pregunte quien podría saber algo. Me hablo de la patrona del prostíbulo de Morón, que según sabia ya había muerto, pero que su hija regenteaba el lugar y en una de esas sabia algo. Me fui a Morón con la esperanza de encontrar ese relato.

En Morón no fue difícil encontrar el Burdel. Un viejo caserón desvencijado, con tabiques por todos lados. Daba la sensación de que se vendría abajo en cualquier momento. Dentro el ambiente era denso en humo y escaso en concurrencia. Dos mujeres bailaban torpemente un tango que sonaba muy de fondo en un viejo winco. Encare a la Madama que enseguida se excuso de la falta de señoritas, muchas se le habían escapado para capital según me dijo y las otras estaban arriba, me pidió que me quedase y me ofreció algo de beber. Contra una pared, un hombre viejo y ciego seguía el compás del tango golpeando los dedos contra su bastón.

Como mi interés era aquel relato,  encare a la señora esquivando el acoso de las dos pobres bailarinas y le pregunte si sabia algo de dos hermanos que en su tiempo supieron ser clientes del lugar.

-          Los Nilsen? Dos colorados malos?, me acuerdo, pero hace tiempo que no vienen, me acuerdo que una vez le vendieron una chica a mi madre y que luego se la llevaron devuelta, de ahí en mas no supe  nada de ellos, yo era chica  cuando esto paso…Pregúntele a Don Álvaro, el quizás sepa  algo…
-          Don Álvaro? Preguntè.

La madama con un ademán de cabeza me señala al ciego.

Me acerque cauteloso, como no podía ser de otra manera, el ciego percibió mi presencia de inmediato y  giró para encararme como si detrás de esos anteojos negros hubiese ojos vivos.

-          Que quiere?
-          Disculpe, sabe usted algo de los hermanos Nilsen?
-          Algo como que?
-          Bueno, murió hace poco uno de ellos, el mayor…
-          Lo mataron?
-          No, de muerte natural.
-          Afortunado el irlandés hasta el último suspiro.
-          Perdón?
-          Eran malos esos dos, se llevaron a la única flor que tuvo este lugar, pobre Juliana…
-          Sabe lo de juliana?
-          Claro que lo se, soy ciego no sordo!
-          Discúlpeme.
-          Que quiere saber?, lo huelo informado.
-          Bueno en el relato de sus vidas hay un hecho que me quedo trunco y quería saber si alguien podía saber algo…
-          Mas de lo que sabe? Para que?, son dos criminales y punto.
-          Quería saber de cierto enfrentamiento con la policía en el que salieron, no sé si ilesos, pero salieron…
-          Lo de la policía es una tontería que agrando el tiempo y  los chismes, pero sí se enfrentaron a la policía, pero en una situación de lo mas confusa, si salieron, fue porque ni el cuerpo de la policía supo que paso esa noche.
-          Y usted lo sabe?
-          Mi querido amigo, esa noche yo veía aùn y como veía!
-          Estuvo ahí?
-          El destino, el tata dios o el diablo siempre quisieron que tenga a esos dos cerca y eso que no trabamos amistad de ningún tipo, solo compartíamos un vicio…
-          Cual?
-          Las cartas.
-          Sabía que eran jugadores.
-          Buenos como yo, y mejores, lo cual me da más ira. Si estaban bebidos, los malditos se afinaban, era envidiable.
-          Entonces puede contarme que paso?
-          Puedo…pero no va a ser gratis.

El ciego me señala con una sorprendente precisión  a las dos mujeres que bailaban. Entendí de inmediato.

-          Elíjala usted, hoy es el vicio que me queda.
-          Me cuenta y luego pasa, le parece?
-          No mi amigo, usted se queda acá, se toma una grapa y me espera, lo mió es rápido, no se preocupe.

Hablò con la dama que considerè mas agraciada, se rieron de mí y me mandaron a hablar con la madama.  La cifra fue menor de lo que me imaginaba, parece que Don Álvaro no es un cliente muy exigente y aunque  no despierte el afecto de esas chicas siempre se comporta como un caballero.
La dama en cuestión tomò de la mano a Don Álvaro y se lo llevo a un cuarto del fondo, yo me quede solo, la otra chica no demostró el más mínimo interés por mí, la madama me trajo una botella de grapa con un vaso. Empecé a cuestionarme si el relato merecía tanto esfuerzo por mi parte. Ya había empezado a escribir el relato de esos dos y no sabia a ciencia cierta si este enigma agregaría algo de interés a mi cuento, lo cierto es que en la época de los hechos, enfrentarse a la policía no era cualquier cosa, por norma los rebeldes acababan  siempre muertos, por eso quise saber màs.

Don Álvaro volvió pronto, tiempo suficiente para que la poca grapa que había tomado hiciese efecto. Se sentó a mi lado como si nada hubiese pasado.

-          En que estábamos?
-          En el encuentro de los Nilsen con la policía…
-          Ah! Si si, ya lo recuerdo. Por cierto, gracias por la atención ha sido usted muy amable, las damas me tratan muy bien aquí.
-          Pues ya me dirá.
-          Si ya le diré...

“Los Nilsen habían ido a Lobos a entregar unos cueros, era día de elecciones, ya habíamos ido todos a votar a una escuelita cerca de la despensa donde ocurrieron los hechos. Unos cuantos guapos amigos del intendente se habían parado frente al lugar y preguntaban a todos los que entraban si ya habían votado, el que no lo había hecho era amablemente acompañado por estos hombres  a hacerlo. Se ve que en una ausencia de estos tipos llegaron los Nilsen. Yo estaba hace rato jugando al tute por porotos con un parroquiano dueño de unas pocas hectáreas cerca de ahí. En seguida los hermanos, con plata caliente en el bolsillo empezaron a beber y seguido preguntaron si se podía jugar en la mesa, al truco claro y por plata. Yo tenía algo en el bolsillo y los vi., algo mareados, la verdad le digo, me envalentone, pensé que les podría sacar unos pesos y accedí a que se sentaran. Mi amigo enseguida se incomodò con los pelirrojos y dijo que se iba. Los hermanos lo increparon y lo trataron de cobarde. El pobre hombre saliò pitando. Sin un compañero para seguir la partida, los Hermanos me empezaron a invitar ginebra y darme charla. Yo lo tomè como un acto de generosidad, mi estado ya no era el mejor y me sentía relajado. En eso entraron estos hombres con un policía joven. Como la concurrencia del lugar había aumentado, empezaron a preguntar nuevamente si todo el mundo había votado. Obviamente llegaron hasta nuestra mesa, yo ya lo había hecho así que me ignoraron, a los que encararon de mala forma, todo hay que decirlo, fue a los irlandeses. En seguida dijeron que ellos no eran de ahí y que ya habían votado en su localidad. Entonces uno de los hombres del intendente les dijo que porque no votaban ahí también, el intendente era un hombre bueno y agradecería su voto seguramente invitando a todos mas tarde a un convite.
 Mala idea; los hermanos insistieron en no moverse de la mesa y aumentaron la apuesta, enseguida desafiaron a los tipos a jugar a las cartas, si perdían, votaban y si no que no jorobaran màs. Los compadritos le hicieron una seña al policía y se sentaron en la mesa, jugarían una mano y eso definiría la cuestión. Yo me quede a un lado sentado, con Eduardo a mi izquierda.
 La mano fue rápida y fulminante, los hermanos tenían su propia forma de hacerse señas. El resultado no conformò a los guapos y menos al policía que era joven y no sabìa con quien se estaba metiendo. Sacò el arma y apunto a Eduardo acusándolo de hacer trampa, Cristian empujò al matón de su lado tirándolo contra mí y obstruyendo la dirección del arma que para mi mala fortuna  vino a parar a mi cara, el uniformado disparò y el fogueo quemò mis ojos.
Lo que sigue, lo sè, por el relato de los ahí presentes, Yo caí con la mirada encendida gritando de dolor, escuche golpes, gritos y silbar de cuchillos. Los Nilsen según me dijeron se engancharon espalda con espalda, a los matones los despacharon girando como si de una danza de muerte se tratara, al policía lo cortaron para desarmarlo, hubo una detonación màs, pero según parece fue cuando cayo el arma al piso.
En pocos minutos, en pocos gritos, mucha muerte.
 Lo ùltimo que recuerdo, fue el golpe de la puerta de la pulpería y un fuerte viento que entrò en ese momento…  ah si!
Cayò un rayo dando rienda suelta a un aguacero.”