viernes, 29 de marzo de 2013

LA INQUISICIÓN FARMACRÁTICA de Jonathan Ott


"La defunción simbólica de la Edad de los enteógenos en la Antigüedad se produjo afinales del siglo IV de nuestra era, cuando, al arrasar el santuario de Eleusis, los godos
pusieron punto final a una religión cuyos misterios, que tenían dos mil años de antigüedad, estaban organizados en torno a un rito anual en el que los iniciados o
mýstai ingerían el kykeón, una poción enteogénica que les transformaba en epóptai, aquellos que habían visto tá hierá, «lo sagrado».

Corno comenta el arqueólogo G.E.Mylonas sobre Eleusis:
Después de que las hordas de Alarico derribaran en el 395 d.c. las murallas del Santuario, estas quedaron reducidas a ruinas para siempre. El Emperador era hora un
cristiano que había decretado medidas severas contra los cultos mistéricos [...] Unanueva religión controlaba las mentes y actos de los hombres. Los viejos ritos paganos
debían acabarse y sus templos debían ser sepultados en sus propios escombros. Asíse dijo, y así se hizo.

Este episodio concreto de la historia humana es un símbolo extraordinario de lamuerte de la religión antigua y del nacimiento de la Inquisición Farmacrática. Pese a
que el culto con enteógenos pervivió en la Antigüedad durante tal vez otro milenio, el fin de los misterios eleusinos había sido su golpe de gracia. La animosidad cristiana
hacia los mismos es fácil de explicar puesto que los cristianos promulgaban una religión en la que su misterio esencial, el propio sacramento, brillaba por su ausencia -
más tarde transformado mágicamente por los brillos y galas de la doctrina de la Transubstanciación en un engañoso símbolo, una sustancia intrínseca, un enteógeno
placebo (3)-, para cualquiera que hubiera conocido el milagro del éxtasis, que hubiera tenido acceso a experiencias religiosas personales, la impostura iba a resultar
demasiado evidente. Por consiguiente, se hacía necesario un ataque premeditado al uso de sustancias de ebriedad, convirtiendo en suprema herejía la presunción de tener
una experiencia directa de lo divino que no fuese mediada por la cada vez más corrupta y politizada casta sacerdotal. La Inquisición farmacrática era la respuesta de
la Iglesia Católica al hecho comprometedor de haber expulsado toda la religión de la religión y haber dejado en su lugar una cáscara vacía y huera sin valor intrínseco ni
atractivo para los seres humanos, que sólo podía mantenerse por la intimidación, el tráfico de culpa y el empleo de la fuerza bruta.

Al tiempo que el mundo estaba a punto de sufrir una increíble profusión de pogroms e inquisiciones organizadas y espontáneas a lo largo de los mil años siguientes,
justamente llamados Edad del Oscurantismo, -dirigidas en algunos casos contra los vestigios de la filosofía pagana precristiana, y, en otros, contra credos rivales como el
judaísmo, el maniqueísmo, el Islam, o contra los primeros indicios de racionalismo y ciencia-, siguió ejerciéndose una permanente y redoblada presión sobre los
seguidores de las religiones extáticas y sobre los practicantes de los cultos tradicionales. De este modo, adivinadores, sanadores y parteras, exponentes de las
artes chamánicas, fueron enviados a la hoguera junto con judíos, maniqueos, musulmanes, alquimistas, disidentes políticos y epilépticos (u otros cuya conducta
inspirase miedo), criminales, brujas, rivales en los negocios y cualesquiera cuya desgracia pudiera servir de chivo expiatorio para los problemas del momento. El jardín
embrujado fue sepultado por una fuerza maligna que concebía a los seres humanos como carneros y utilizaba sus cuerpos para alimentar las hogueras de los rituales
purificadores (4). En los albores del siglo XVI Europa había sido sometida, el éxtasis chamánico virtualmente extirpado de la memoria de los supervivientes, y la
farmacopea chamánica casi olvidada del todo.

Sin embargo, la Edad de los enteógenos estaba aún viva en la Modernidad y los navegantes europeos tuvieron que enfrentarse de repente con su propia herencia
pagana, con pueblos que tenían una experiencia directa de lo sagrado a través de la mediación, no de sacerdotes ignorantes, sino de un asombroso repertorio de plantas
enteógenas, «maestras naturales», que fumaban, esnifaban, ingerían y tomaban hasta en lavativas (5). En todo ello los eclesiásticos velan con desagrado una preocupante
parodia diabólica de su estimada «Santa Comunión», pero no cayeron en la cuenta de que era más bien su propio placebo sacramental lo que era una parodia claramente
profana de la comunión que desde tiempos inmemoriales los hombres habían mantenido con las sagradas «maestras naturales»(6). Podríamos datar el principio de
la Inquisición farmacrática en la Edad Moderna en 1521, cuando Hernán Cortés, al mando de una patulea de forajidos conquistadores, establece su dominio sobre los
aztecas, consumados virtuosos de las artes y las ciencias enteogénicas. Sin embargo, como consecuencia de este cataclismo histórico, al igual que sucede en el concepto
chino de yin-yang la semilla de la Reforma enteogénica quedó en barbecho espiritual.

El 19 de junio de 1620, en la ciudad de México, la Inquisición decretó formalmente que el uso de plantas de ebriedad era herético, declarando de un modo no poco preciso
que:
El uso de la planta o raíz llamada «peyote» [...] es una actividad supersticiosa y reprobable por atentar contra la pureza y sinceridad de nuestra fe católica. Por
consiguiente, declaramos que nadie podrá usar dicha planta llamada peyote, ni ninguna otra de iguales o parecidos efectos [...] advirtiéndosele, que en caso de obrar
en contrario, además de incurrir en los delitos v faltas mencionados, podrá ser perseguido y procesado por rebelión o desobediencia o por poner en entredicho la
santidad de la fe católica.
Testimonia la sinceridad e integridad de los indios mesoamericanos el hecho de que continuarán su comunión con las alimentos sagrados tradicionales, desafiando así el
decreto anterior y arriesgándose a ser objeto de torturas y de espantosas ejecuciones.
Durante los siguientes 265 años se incoaron por parte de la inquisición 90 autos de fe por uso del péyotl numerosos autos de fe por uso del teonancatl, el hongo sagrado, y
el ololiuhqui, las semillas enteogénicas de la trepadora que, aún más que el péyotl o el teonanácatl, se atrajeron la hostilidad de inquisidores como Hernando Ruiz de Alarcón
o Jacinto de la Serna. La Inquisición acabaría perdiendo fuerza y fracasando en su propósito de acabar con el uso de las plantas sacramentales en México, pero
consiguió que fuese relegado a las catacumbas. Sin embargo, los misioneros protestantes continuaron la Inquisición farmacrática con inquebrantable celo. Al igual
que sus predecesores católicos, ignoraban alegremente la ironía que se ocultaba trasel rito oficial, pues, tal como ha subrayado un misionero, «la participación en el rito del
hongo divino suponía problemas potenciales respecto al concepto cristiano de la Última Cena». Y eso es decir poco…"