sábado, 12 de octubre de 2013

SEÑOR CAPELLÁN (extracto) de "La Tempestad" de Roberto Cignoni ed. DESCIERTO 2012

Es necesario que escuche usted por una vez, pues no tendré otra oportunidad para decirselo.
Ya no gimo amor.
Es la aguja que se mueve sin parar y que no se asquea de perderse interminablemente de la escala del amor.
Es el día que no aduce un corazón paralizado ante los cementerios del amor.
Cuelgo. Mi cuerpo sin allá, entre sus crímenes y sus indisposiciones mentales, se perfecciona en ello.
Oscilo quedamente entre la multitud de colgados, junto a usted y a los que siempre han creído en la coartada del hombre de expulsar con una gárgara su podredumbre consciente.
Me rameo, como si al suspenderme comprendiera al mundo por una sola y única pérdida. Siento sin medida a los órganos como otras tantas ideas apoltronarse entre sí.
Todos los humores, todos los pensamientos, no son ya más que el testimonio inútil que expone un acabado.
Yo estoy acabado, usted está acabado, pues hemos arrojado la escena a la mentira atroz del amor, en vez de arrimar, como un animal salvaje, el jadeo inconcebible de estar en el mundo.
Pues si alguien se alienta en un dolor insoportable, debería difundirse hasta sus mas insospechados efectos, a resguardo de adormecerse bajo una gran dosis de opio vernáculo y desplomarse por una prédica.
Se ha proliferado en el amor como en la gramática, a fin de reunir signos ilusos y figuras exóticas. Pero todo estaba ni unido ni no unido en la nada que era tambien un absoluto jamás recostado sobre sí. Y cuando los vientos humanos asestaron la infección de ese  absoluto, una sombría degradación de alma-cuerpo y de yo-tú fue secretada, para que los bajos fondos de la división sostuviesen en su contrate las arcadas honorables del amor.