El vapor del agua
genera fantasmas en la retina. La vista está ahogada por las gotas
que atraviesan unas pestañas cargadas de maquillaje negro.
Apoya las palmas
sobre la pared caliente y mojada, dándole la espalda a la mampara.
Sodomizada ante la mirada externa. El calor del agua no genera el
típico temblor de la piel expuesta.
Ducha rápida,
piensa. Se enjabona el cuello, los hombros, brazos, juega con la
suavidad de sus senos. Hace una pausa en el abdomen, pasa por su sexo
y empieza a descender espumando sus largas piernas.
Una gota queda
sostenida en el muslo derecho hasta que empieza a caer de manera no
programada sobre la piel alcanzando su pie. Un discurrir del tiempo
que se une con el resto del agua que no pasó por su cuerpo.