Es
tan tarde para maldecir este crudo olvido que nos llegó tan
temprano. La verdad se impone como un rayo que nos despierta de la
ilusión, de esa multiplicidad de verdades que no fueron, de esa
caída constante en la inmovilidad que nos dejó medio muertos.
Ya
no te reconozco
ni en la cadencia, ni en el pálpito
ni en la cadencia, ni en el pálpito
Hoy
recuerdo sólo el roce de la muerte liviana
hace tiempo que no resguardo
no hago más que citar vanamente
toda esta menudencia gratuita que te nombra
en esta vigilia donde subyace hasta un posible encanto
hace tiempo que no resguardo
no hago más que citar vanamente
toda esta menudencia gratuita que te nombra
en esta vigilia donde subyace hasta un posible encanto
Ni siquiera eras la sombra
ni siquiera eras aquello que no me atreví a tiempo a decirte
pero has logrado la vergüenza
has logrado que ya
no
pueda
Te ganaste mis ganas de no ser eso que fui
a mí me abrumó el tiempo
me hastiaron las ganas
de buscar la coyuntura
de perder todas mis horas hablando allá atrás
atrás siempre es muerte
Extrañar
resulta extraño
Rememorar
lo que no tuve
Hemos
parido con dolor:
ataduras,
comuniones que siempre odiamos,
acuerdos
tácitos de desamor. Hemos parido desencuentros.
Hemos
firmado pactos con la ausencia y el abandono.
Hemos
construido un muro con nuestro lenguaje empedrado.
Me
queda un ningún.
Un
primer amor que no fue.
No
me queda religión, no me queda identidad,
más
me quedan varias lenguas para nunca poder descifrar la retórica
original:
que
impronta imborrable deja la primera ausencia en la vida de los otros.