sábado, 4 de enero de 2014

DESENCUENTRO. Constanza Carrazco

Es tan tarde para maldecir este crudo olvido que nos llegó tan temprano. La verdad se impone como un rayo que nos despierta de la ilusión, de esa multiplicidad de verdades que no fueron, de esa caída constante en la inmovilidad que nos dejó medio muertos.



Ya no te reconozco
ni en la cadencia, ni en el pálpito

Hoy recuerdo sólo el roce de la muerte liviana
hace tiempo que no resguardo
no hago más que citar vanamente
toda esta menudencia gratuita que te nombra
en esta vigilia donde subyace hasta un posible encanto

Ni siquiera eras la sombra
ni siquiera eras aquello que no me atreví a tiempo a decirte
pero has logrado la vergüenza
has logrado que ya

no pueda

Te ganaste mis ganas de no ser eso que fui
a mí me abrumó el tiempo
me hastiaron las ganas
de buscar la coyuntura
de perder todas mis horas hablando allá atrás
atrás siempre es muerte

Extrañar resulta extraño
Rememorar lo que no tuve

Hemos parido con dolor:
ataduras, comuniones que siempre odiamos,
acuerdos tácitos de desamor. Hemos parido desencuentros.
Hemos firmado pactos con la ausencia y el abandono.
Hemos construido un muro con nuestro lenguaje empedrado. 

Me queda un ningún.
Un primer amor que no fue.
No me queda religión, no me queda identidad,
más me quedan varias lenguas para nunca poder descifrar la retórica original:
que impronta imborrable deja la primera ausencia en la vida de los otros.